A los cadetes: José Azueta y Virgilio Uribe. Héroes defensores de Veracruz hace 104 años, inspiración para la juventud actual.


En mi anterior aportación reflexione sobre juventud. Hoy ser joven es una tragedia, por la falta de acceso a los mas elementales derechos como es la educación, salud y un trabajo digno. En este huracán de inseguridad enfrentan graves problemas, como falta de identidad y valores, víctimas de adicciones y diversas manifestaciones violentas, por cierto, sumergidos en una crisis, desorientados y perdidos en un laberinto de la soledad, sin ningún proyecto de gobierno que los incluya.

Les hemos fallado sociedad, padres de familia, Estado, gobierno en sus tres niveles. Son víctimas de un sistema injusto que no los ve ni escucha su clamor. No entendemos sus derechos y formas de protesta, todo lo contrario, los criminalizamos y los excluimos. Navegan al garete, en un vacío de políticas públicas que deberían de apoyarlos.

Ser joven hoy es sinónimo de vulnerabilidad. Deberíamos de aprovechar su energía, educándolos con valores y buenos ejemplos, para que se integren en forma creativa y productiva a la nueva sociedad de este siglo del capital humano y la era del conocimiento.

Esta es la hora para decidir que con seriedad se implementen programas de inclusión social, que fomenten la igualdad y la justicia. Es cierto que somos una sociedad mejor informada en esta vorágine tecnológica, pero no podemos negar que este cambio no esta generando una sociedad justa e igualitaria, el futuro es incierto por la desigualdad.

Los riesgos sociales y políticos derivados del descuido y el olvido de la juventud son una verdadera bomba de tiempo. Con justa razón nos demandan atención y respuestas congruentes e inmediatas. De no atenderlas seguirán engrosando la población carcelaria. Tan sólo en la capital del país 6 de cada 10 detenidos y sujetos a proceso son menores de 27 años.

Las cifras son elocuentes, la tercera parte de la población entre 15 y 29 años son jóvenes, es decir poco mas de 30 millones, pero lo que es peor, sólo 10 millones de éstos estudian. ¿Cuáles son las expectativas para los 20 millones de jóvenes que no van a la escuela? La respuesta es clara: serán víctimas del crimen organizado, y deambularán en la informalidad y en el consumo de alcohol y drogas.

A este universo se suman 7.5 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, llamados los ninis, 12.6 millones son indígenas y la mitad vive en la exclusión y una miseria aberrante, 2.2% padece alguna discapacidad.

Para la juventud preparada el panorama no es el mejor. El sueldo de un profesionista con licenciatura o maestría oscila entre 9 mil y 11 mil pesos mensuales, mientras la mayor parte de la población económicamente activa, 37.2% gana entre mil 500 y 8 mil; solamente 1.7% supera los 20 mil pesos.

La sociedad, el Estado y el gobierno son corresponsables de este grave problema y no pueden quedarse cruzados de brazos, deberían dejar la indolencia y el egoísmo, y aceptar el reto de que sin la juventud no hay futuro y mucho menos se podría gobernar sin ellos.

Se requiere un nuevo pacto social para que se le cumpla a esta juventud en crisis y se le ofrezca opciones de desarrollo para una vida digna. Deberíamos de escuchar atentamente sus voces que reclaman las fallas de un sistema que no los toma en cuenta. Es necesario generar un cambio de rumbo que se inspire en la igualdad, con garantías de acceso a la educación universal y empleos de calidad y bien remunerados.

Es un deber ético y moral de padres de familia, maestros y gobiernos frente a la juventud el hablarles con verdad, buenos ejemplos y congruencia, pero no la verdad absoluta, para encontrar una armonía entre el joven, la sociedad y el Estado.

Director general del Centro de Estudios
Económicos y Sociales del Tercer Mundo

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