Aunque no pocos articulistas, analistas y comunicadores dan por hecho que “ya se tienen los resultados y que solo faltan las elecciones”, se equivocan porque no toman en cuenta que, en los últimos tiempos, los comicios terminan decidiéndose hasta el mismo día de las votaciones (ejemplos como el de Trump en EU; Brexit en Reino Unido, y las recientes presidenciales en Colombia nos ilustran), pues alrededor de la mitad de los ciudadanos que se buscan para encuestar, o bien rechazan las entrevistas, o declaran estar pensando el sentido de su sufragio, o no quieren opinar por quién votarán.

A más de tres semanas para el 1º de julio, muchas cosas se están moviendo en amplios sectores de lo más profundo de la sociedad (clases medias, empresarios, empleados, amas de casa, jóvenes) que están sopesando por quién votarán entre los dos candidatos que están llegando a la recta final (Anaya y AMLO) en disputa por la Presidencia de la República, ya que Meade ha perdido toda posibilidad de triunfar.

Muchas cosas pueden pasar en los próximos 24 días que nos separan de ese día crucial por la tarde.

El único candidato que ha mantenido un crecimiento modesto, pero persistente, ha sido Ricardo Anaya, situándose a la fecha a siete puntos del que aparece como puntero, aun con los comentarios que he señalado sobre dichas encuestas.

Lo de Anaya se explica por la seriedad de sus propuestas, en oposición a las locuras, ocurrencias, insensateces y cosas irrealizables planteadas por AMLO en materia de combate a la corrupción y la inseguridad (perdón a los criminales y delincuentes), y condenando la presencia de las Fuerzas Armadas o para superar el atraso educativo con su pretensión de regresar el control de la SEP a la CNTE que desquicia con marchas y plantones la CDMX y otras entidades del país, y que dejan sin clases a cientos de miles de niños.

Llama la atención que varios de los otrora críticos del presidencialismo concentrador de las decisiones nacionales en un solo individuo, y defensores de la necesaria democratización del poder público mediante la participación de la sociedad civil en el mismo (como proponer al fiscal general de la República y al fiscal anticorrupción, y no lo sean por decisión del Presidente de la República), ahora empiezan a rendir pleitesía a quien ya dan por “evidente ganador”. Lo subrayo: se están equivocando.

Este arroz no se ha cocido, y si así lo creen “se les puede quemar o hacérseles atole”. En 24 días, contando el 1º de julio, pueden y van a pasar muchas cosas. La gente no se va a equivocar votando por un candidato que, de ganar, llevaría al país al precipicio y al caos seguro; la inseguridad en el mañana es lo único seguro con este personaje.

La moneda, pues, está en el aire. Si alrededor de 80 por ciento de la población no quiere que el PRI continúe gobernando, y 66 por ciento no quiere que AMLO sea gobernante, entonces las mujeres y hombres, especialmente los jóvenes que quieren un mañana mejor, tienen en sus manos la decisión, incluyendo a los integrantes de las Fuerzas Armadas, que nos merecen respeto, deben tener mejores prestaciones y que habrán de regresar a sus cuarteles en cuanto contemos con policías preparadas, capaces y acreditadas para dar a la sociedad la seguridad que reclama, para recuperar la paz como base de la prosperidad, el desarrollo, la inversión y la felicidad, como lo plantea Anaya.

La elección presidencial, ni las de diputados y senadores, ni las de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, ni la del gobierno de Tabasco, entre otras, está decidida en favor del nuevo PRI que es Morena. No hay nada decidido a pesar del Pacto AMLO-Peña. La decisión definitiva está en manos de los electores.

Vicecoordinador de los diputados del PRD

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