“La ineptocracia es el sistema de gobierno en el que los menos preparados para gobernar, son elegidos por los menos preparados para producir; y los menos preparados para procurarse su sustento son regalados con bienes y servicios pagados con los impuestos confiscatorios sobre el trabajo y riqueza de unos productores en número descendente, todo ello promovido por una izquierda populista y demagoga que predica teorías que sabe que han fracasado donde se han aplicado”, describe el filósofo y escritor francés, Jean d’Omerson.

Los datos de la realidad revelan que estamos ante un gobierno de esas características, además, con tintes autoritarios y antidemocráticos. Son más frecuentes las voces de inconformidad con lo que está sucediendo. Las franjas de los desencantados y arrepentidos se engrosan día con día: empleados, despedidos, clases medias, empresarios, profesionistas, investigadores, artistas, jubilados, comunicadores… No es para menos. El riesgo de una recesión económica es inminente, porque no hay inversión, ni pública ni privada. Crece el desempleo, aunque AMLO quiera engañarnos con que los “ninis” deben contabilizarse como “nuevos empleos”. La corrupción sigue al alza (véanse las renuncias de Carlos Urzúa y el despido de Carlos Lomelí).

El sistema de salud está por los suelos, agravado por el desabasto de medicamentos. La inseguridad en ascenso. Aumentan los despidos en dependencias oficiales. Los principios del Estado laico, pisoteados. La política migratoria de México es dictada por Trump, al grado de hacernos vergonzosamente “tercer país seguro”.

Pero la reacción del Presidente es la cerrazón. Se aferra dogmáticamente al axioma que él mismo ha creado, fiel a sí mismo, porque él “nunca se equivoca”. Esta cerrazón para asumir los datos de la realidad la acompaña con la descalificación a quienes no coinciden con él. Esa cerrazón está transformando los medios de comunicación del Estado mexicano en instrumentos de propaganda del gobierno (Notimex e IMER).

El dogmatismo cuasi-religioso se expresa en una ineptitud para gobernar y está llevando al país al desastre. Y no esperemos que AMLO vaya a cambiar; no lo va a hacer. Al contrario, las cosas pueden empeorar como lo estamos viendo con “la sonda” que desde el gobierno lopezobradorista se soltó para prorrogar en Baja California el mandato de Bonilla de 2 a 5 años, en un burdo golpe de Estado contra la democracia y la voluntad popular, violando los principios republicanos del pacto federal. Aseguro que esto no se pudo haber hecho sin visto bueno de AMLO; por eso primero justificó la contrarreforma y, solo cuando aumentó la presión nacional, la criticó tenuemente. Si en BC prospera este atropello, quedará sentado el precedente para que Andrés Manuel prorrogue su mandato en 2024.

Por eso hablo de “ineptocracia autoritaria”, aunque se vistan de izquierda, progresistas y antineoliberales. Lo único que puede evitar que continúe el deterioro es la construcción de una opción democrática, agrupada en un Frente Amplio, plural, diverso y tolerante, para defender la República, el equilibrio de poderes, la democracia, las libertades y el mejoramiento social de las mayorías nacionales.

Dicen nuestros críticos que AMLO y Morena no tienen oposición. Reclaman a los partidos —mismos a los que tanto criticaron en el pasado reciente— que no actúan con la suficiente fuerza. La alternativa es construir (o reconstruir) esa nueva correlación para el 2021, con todos los dispuestos a hacerlo, por medios pacíficos y democráticos, con la ley y el Derecho en la mano. Tanto los que han organizado las marchas, como los agrupados en la plataforma Futuro 21, Enlace por México, y personalidades. Hoy nadie sobra. Todos son, somos, necesarios.

Exdiputado federal

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