Los partidos políticos con antecedentes de izquierda parecieran hoy inexistentes ante el reciente escenario político; sus dirigencias tanto nacionales como locales pasan prácticamente inadvertidas.

Lo único que sostiene su vigencia es cuando actores que militan con ellos han logrado presencia o cuando en procesos electorales son el vehículo o instrumento para lograr la victoria; por lo demás es muy cuestionable lo que podrían aportar a la vida democrática.

El PRI, a lo largo de su historia, se ha caracterizado por ser un partido que ha acumulado críticas reiteradas de sus propios militantes por no tener la capacidad de democratizarse internamente y sólo atender a los actores políticos del momento que, en muchos casos, se enquistaron en las estructuras partidistas y eternizaron.

Pero observemos con detenimiento, ¿podríamos describir al PRD y a Morena como describimos al PRI en el párrafo anterior? Por supuesto que sí y no sólo porque algunos actores políticos se eternizan ahí.

También es común observar que cuando un partido se constituye o integra, los actores que militaron en otras fuerzas simple y llanamente cambian de vehículo. Lo he dicho de forma reiterada, más del 80 por ciento de quienes se integraron a Morena, para acompañar al propio Andrés Manuel López Obrador, en su momento, fueron militantes del PRD.

Los partidos políticos los integran personas, y ahora resulta que muchos de los que en su momento fueron criticados hoy sienten contar con autoridad moral para asumirse como militantes impolutos de una fuerza política.

No cabe duda que muchos actores políticos y partidistas apuestan a la memoria corta para que el tiempo se encargue de cubrir sus tropelías.

Estoy convencido hoy y coincido plenamente con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando en una de sus conferencias mañaneras y ante los cuestionamientos contra doña Olga Sánchez Cordero como consecuencia de su declaración 3de3, dijo que cada servidor público debe aclarar cualquier sospecha en su contra, como lo hiciera la propia secretaria de Gobernación.

“Nosotros tenemos que dar respuesta a todos los cuestionamientos... lo que corresponda a nosotros es aclarar todo, transparencia que es una regla de oro de la democracia”, dijo el Ejecutivo Federal.

Estoy convencido de que cualquier actor de la vida pública tiene la obligación y el derecho de responder ante cualquier acusación y más aún cuando esta no cuente con el sustento debido. Es común que en la práctica política los actores usen la denostación y el ataque sin sustento, apostando a aquel refrán que dice que “la reputación es como el confeti y cuando se esparce, difícilmente logras recogerlo completo”.

Hoy con los nuevos instrumentos tecnológicos con que se cuenta, la memoria corta se alarga en las redes sociales, solo basta que el usuario busque los antecedentes de los actores googleando su nombre; habría que ver cuántos en el PRI, el PRD o Morena tendrían que aclarar o dar explicaciones.

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