Lo que ha venido ocurriendo en Baja California, además de aberrante y absurdo, debe llevar a la solidaridad colectiva de todas y cada una de las fuerzas políticas del país, así como líderes de opinión y sociedad civil para que, en su conjunto, se pronuncien para atajar el flagrante atentado contra la democracia y la lucha histórica por ésta, orquestado e instrumentado en esa entidad federativa por legisladores locales.

La pretensión de ampliar el periodo de mandato del ahora gobernador electo y senador por Morena, Jaime Bonilla, es algo que sin duda atenta contra la vida democrática y coloca al país entero en un retroceso que, ante los ojos de la historia, mancha la lucha democrática que ha vivido nuestra patria.

Jaime Bonilla ha manifestado que, según su entendimiento, esto sólo es un ajuste de tiempo y ha mantenido al margen su opinión efectiva sobre lo sucedido en el Congreso local, argumentando que no es abogado y desconoce de asuntos jurídicos. Lo que hay que recordarle al senador es que no se requiere ser abogado para conocer los principios elementales jurídicos, en el sentido de cumplir en tiempo y forma el mandato para el que fue electo.

Está claro que cada proceso de elección no solo define una propuesta de personajes para ser votados, también el periodo para esa elección está perfectamente consignado en los mecanismos electorales; no solo en el caso de Baja California, ya que esto ocurre en cualquier proceso de esa naturaleza.

Lo que resulta aún más aberrante es cuando en una entrevista radiofónica, la periodista Denise Maerker pregunta a la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, cuál hubiera sido su postura si esto lo hubiera intentado en su momento el gobernador Miguel Ángel Yunes en Veracruz, a lo que la presidenta de Morena respondió que su partido y por supuesto ella no habrían hecho reclamo alguno; es más, casi casi hubieran festejado un acontecimiento de esa magnitud. Nadie en su sano juicio creería lo dicho por la presidenta del partido mayoritario en el país.

No cabe duda que, como dijera el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador: “El poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”, pero, además, lo que la señora Polevnsky debiera entender es que lo peor que puede suceder a un actor político es pasar de víctima de un régimen a victimario de otro.

La forma evidente en que corrompieron a los diputados locales de esa entidad es y será la sombra que habrá de acompañar al próximo gobernador y, por supuesto, a quien de forma pública le ha dado su respaldo.

Cambiar un espacio de poder en el tiempo, por la condena social en la historia, muestra el perfil de quienes no entienden que el cambio de régimen que actualmente ha vivido nuestro país es precisamente para fortalecer y perfeccionar nuestra historia, enalteciendo los derechos universales, destacando por supuesto el derecho a la libertad de expresión y, sin duda, el derecho a la libre elección de sus gobernantes o representantes populares por un tiempo y periodo determinados; cualquier acto que pretenda modificar el tiempo, mediante argucias de tipo legal, es y seguirá siendo un flagrante atentado contra la democracia, contra nuestra historia, contra la lucha de la izquierda y sin duda contra el pueblo de México.

Diputado federal

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