Con las recientes declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador en menudo brete colocó a algunos funcionarios, y no hablamos solamente de su declaración patrimonial sino de la instrucción que ha dado a los funcionarios de su gobierno, en el sentido de que tendrán que hacer lo propio, es decir, presentar ante la opinión pública la declaración de los bienes que poseen, bajo la advertencia de que quienes no cumplan con el requisito saldrán de su administración.

He insistido que la ideología es una forma de vida, un estilo de vida y, no necesariamente, corresponde al ingreso económico con que se cuente; es decir, aun teniendo el dinero para vivir como rico, la ideología impuesta por el presidente es vivir en la medianía.

Nadie niega la autenticidad con que se conduce López Obrador, a quien siempre se le ha reconocido la forma austera en que se ha desarrollado su vida, a lo largo de su activismo político o su gestión como servidor público.

Y es ahí donde precisamente se sostiene que la medianía de la que él habla implica estar decidido a tener un estilo de vida, de acuerdo con los principios. Nada en exceso, nada que lastime al pueblo de México.

Hoy como presidente de México, López Obrador acredita con sus actos su convicción ideológica, sus traslados son en vuelos comerciales, en clase económica, lo hace en vehículos motorizados no blindados y con un discreto dispositivo de seguridad. Vive en Palacio Nacional, lugar no sólo emblemático sino, además, diseñado para ser la casa de gobierno y el lugar de residencia del jefe del Ejecutivo mexicano, sin desvincularse de su domicilio de origen, que por todos es sabido se ubica en una zona de clase media.

Es innegable que muchos de los cercanos al Ejecutivo federal, durante muchos años, lograron ingresos económicos importantes, algunos de ellos dedicados, no necesariamente al servicio público y sí al servicio privado; entonces es elemental que todos aquellos que lograron amasar fortunas de forma lícita en el transcurso de sus vidas no tengan ninguna objeción y mucho menos impedimento moral para dar a conocer sus bienes.

Lo que habremos de observar es: ¿cuántos de ellos estarán dispuestos a seguir el ejemplo del presidente de México, llevando sus vidas en la medianía que hoy exige, la ideología que con ejemplo sostiene el presidente?

¿Cuántos de ellos estarán dispuestos a viajar en clase turista de vuelos comerciales? ¿Cuántos de ellos, salvo porque el cargo lo amerite, estarán dispuestos a viajar en autos no blindados y sin escolta? ¿O tomarán la decisión de cambiar su residencia a lugares donde será evidente que el estilo de vida es precisamente en la medianía?

Esa será la segunda etapa que seguramente tendrán por cumplir los nuevos servidores públicos que, por supuesto, hoy se encuentran en la primera vitrina del escrutinio público.

López Obrador cuenta con un blindaje que le permite tomar decisiones tan contundentes como las que hemos observado, simple y llanamente por contar con la capacidad moral de decir y actuar en consecuencia.

Pronto veremos quiénes de sus cercanos entienden con precisión las señales que envía el jefe del Ejecutivo o quiénes sucumben ante el poder, que él mismo les ha concedido.

Ojalá y los integrantes de los nuevos gobiernos (locales y federal) tengan claro que su actuación no debe empatar con lo que ellos creen o dicen, debe empatar con lo que marca y dice Andrés Manuel López Obrador.

Diputado federal

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