El proceso electoral que está en desarrollo y culminará en julio próximo no solo es el más grande y competido que se ha dado en la historia nacional, sino que será el parteaguas de mayor trascendencia en la vida republicana de México en los últimos 100 años.

Esta afirmación no es un lugar común; el número y el peso político de los puestos que se van a elegir en la misma jornada, constituyen un hecho que nunca había ocurrido, ni aún en las etapas más convulsas o transiciones más radicales. Además de los poderes Ejecutivo y Legislativo de la Federación, se renovarán ocho gubernaturas estatales, la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, así como Congresos Locales y Ayuntamientos en 29 entidades federativas.

Sin embargo, lo más trascendente del proceso electoral radica en las definiciones que tomarán los ciudadanos de nuestro país. Por vez primera se presenta en la democracia mexicana la posibilidad de que por la vía pacífica del sufragio se decida un cambio de régimen, para hacer posible que México supere sus añejos problemas y rezagos, y logre mejores estadios de desarrollo, bienestar, vida digna, equidad y madurez institucional.

La principal novedad en las propuestas políticas en juego es la que enarbola la coalición Por México Al Frente, alianza audaz e inédita conformada por el PAN, PRD y MC y que hoy, con el liderazgo de Ricardo Anaya Cortés, está llamando a los ciudadanos del país a cambiar la forma de integrar el gobierno de la República, rectificar el modelo económico y hacer una reforma social, para erradicar la pobreza y estimular la movilidad y el bienestar social.

El actual régimen político, entendido como la conformación y los mecanismos de funcionamiento de los órganos del poder público, es insostenible e indefendible. Es el mismo que derivó de los gobiernos postrevolucionarios de hace un siglo y que luego degeneró en partido de Estado y presidencialismo autoritario; principalmente, lo ha detentado el priísmo, y, si tal vez sirvió al país a mediados del siglo pasado, hoy es un lastre, porque estimula privilegios, opacidad en el ejercicio público, acumulación de fortunas al amparo del poder, conculcación de libertades, redes de complicidad y corrupción e impunidad generalizadas, que, además, de la crisis de seguridad pública y precariedad institucional, han impedido el desarrollo del país.

En ese sentido, ha sido de gran valía reconocer que el gran error de los dos sexenios de principios de siglo XXI fue no haber desmantelado la estructura del partido de Estado y sus redes de corrupción.

Ante el intento de continuismo irresponsable y retroceso aventurero que plantean, por una parte, el PRI y sus aliados y, por otra, Morena y sus aliados, el llamado de la alianza Por México Al Frente constituye la gran posibilidad de evolucionar por la vía pacífica y democrática.

Hay que dejar atrás “el país de un solo hombre”. México ya no puede cargar con “tlatoanis”, ni con poderes absolutos que corrompen y tuercen las finanzas públicas, la comunicación, la economía, la seguridad y la justicia.

Ya es tiempo de que nuestro país tenga un gobierno con la participación democrática y equilibrada de las fuerzas políticas. Una Presidencia de la República, apoyada en una coalición con representaciones en el Congreso, permitirá un gobierno federal incluyente e instituciones sólidas que puedan resolver los graves problemas que el país viene arrastrando históricamente y hacer las modificaciones necesarias al actual modelo económico, que no solo ha estancado la economía los últimos 25 años, sino que además ha incrementado la concentración del ingreso y la desigualdad y provocado crispación e injusticia social.

Un nuevo régimen político federal encabezado por un gobierno de coalición, para reconstruir la legalidad y el Estado de Derecho, reestructurar el modelo económico, mejorar el ingreso familiar, fortalecer el mercado interno y terminar con la pobreza extrema y abatir la desigualdad, es la oferta política que la gran alianza Por México Al Frente hace a los ciudadanos, para dar a México el cambio necesario, cierto, moderno y seguro.

La democracia mexicana es joven; enfrentará los riesgos sofisticados y grotescos que han viciado nuestros procesos electorales. Eso, sin duda, marcará el escenario y la perspectiva de la jornada electoral: Nuestra democracia se podrá consolidar y llegar a la madurez mediante la ética de cada ciudadano, que, ante la boleta, se rebele contra los operativos de manipulación e intimidación de los grupos más atrasados del viejo régimen, y emita su voto por la opción de cambio profundo y responsable.

Senador. Coordinador del Grupo Parlamentario del PAN

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