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Guaymas.— Desde niño le decían El Tola, cumpliría 47 años el próximo mes. Sobre el féretro había un arreglo floral, que decía: “De su esposa e hijos”; ahí estaban cuatro personas abrazadas junto a él. Era una triste despedida.

Se trata de Miguel Salgado Ibarra, uno de los cinco hombres que sorprendió el huracán Newton en altamar y de regreso a tierra se les negó refugio en un puerto de Cabo San Lucas, Baja California.

Sus hijos con indignación narran la suerte de los cinco tripulantes del barco atunero Mariano Pérez X que anclaron mar adentro por 90 días. La familia asegura que no tenían equipo de radio y sólo se comunicaban con ellos vía celular.

El 5 de septiembre Reina Berenice Salgado Carrillo recibió una llamada de su padre, quien le pedía información sobre el curso de Newton; a ella le tocó avisarle que se había convertido en huracán categoría 1 y que iba directo a Los Cabos.

El pescador le comentó que estaban a tres horas de Los Cabos, que se irían a resguardar allá; luego quedó en volver a marcarle dos horas después, pero la llamada nunca llegó.

Cuando los familiares de los tripulantes del barco se pusieron en contacto, supieron en qué condiciones se hallaban los pescadores luego de que se les negó la entrada al puerto de Los Cabos, en donde les dijeron que ése no era un lugar de refugio y que siguieran al norte del estado.

Lo último que supieron fue que el capitán de la embarcación estaba al celular con su hijastra, a quien le avisó que no les habían permitido refugiarse en Los Cabos; escuchó un grito y se perdió la comunicación. Alcanzó a comentarle que la máquina tenía problemas y no tenían radio.

Reina Berenice relata que al día siguiente un familiar le avisó que la empresa para la que trabajaba su padre, de la cual omitió el nombre, le informó del naufragio de la embarcación y la desaparición de los cuerpos.

Hasta la noche del 6 de septiembre les informaron que habían encontrado dos cadáveres. Reina Berenice y su madre Guillermina Carrillo de Salgado viajaron hacia Hermosillo; de esta ciudad volaron hacia La Paz, y de ahí pidieron un aventón a San José, Los Cabos, porque ya no tenían dinero. Llegaron a la medianoche.

Las llevaron a identificar los restos y ninguno era Miguel Salgado Ibarra; a las horas le mostraron una foto del tercer y último cuerpo que se ha rescatado, y aunque ya estaba en descomposición, lo reconocieron al observar uno de sus brazos.

Después trasladaron los cuerpos a Mazatlán, donde se ubica la empresa que los contrató. El gobierno de Sinaloa mandó un representante y desde entonces se hizo cargo: las asistió en alimentación y traslados mientras se hacían los peritajes forenses.

También las apoyó con el traslado del cuerpo y gastos funerarios, en tanto recriminaron que ni el gobierno de Sonora ni el de Baja California les ofrecieron ayuda, a pesar de ser un caso tan difundido en los medios.

La empresa que contrató la embarcación en Ensenada, Baja California, les hizo firmar un contrato por 100 días en las playas de Rosarito y no volvió a contestar a los familiares; en la última comunicación, después del naufragio, dijo que la Marina se iba a encargar del traslado del cuerpo y amagó con no responsabilizarse de los gastos si hacían trámites por su cuenta.

José Miguel Salgado Carrillo, hijo del pescador fallecido, dice que por lo pronto está la despedida a su padre y después exigirán castigo tanto para la empresa como para el funcionario la Marina que les negó refugio.

“Que esto no vuelva a suceder, es inhumano, personas como esas no deben tener un cargo público, es insensible y cruel”, señaló molesto, mientras a sus dos hermanas les rodaban las lágrimas.

El cadáver de Miguel Salgado llegó por tierra a una funeraria de Guaymas el 10 de septiembre; familiares y amigos lo acompañaron hasta darle el último adiós este fin de semana.

Miguel Salgado será recordado por sus hijos como un hombre amoroso, bromista y trabajador. El 13 de octubre cumpliría 47 años.

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