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Ciudad de México.— Alejandro se maquilla y coloca pestañas falsas, pone rubor en sus mejillas y sombra en sus ojos. Mientras lo hace explica que en el municipio de Xalapa, Veracruz —del que es originario— no se siente seguro.

Después del ataque al bar gay Madame, ocurrido el pasado 22 de mayo, ya no hay espacios para que él y sus amigos puedan divertirse y, a diferencia de lo ocurrido en Orland, Florida, hechos por los que el mundo entero expresó su solidaridad, en Xalapa nadie habla de lo que pasó: “No se le puede considerar un ataque homofóbico”.

Mary Fher, como prefiere que le llamen, llegó el sábado a la Ciudad de México para participar en la Marcha por el Orgullo Gay junto con sus amigos, también veracruzanos.

En su entidad le provoca mucho miedo saber que no es libre para ir a bailar. “¡Qué miedo salir a divertirte y pensar que no vas a regresar!”.

La gente en Veracruz se ha acostumbrado a los “levantones, la violencia y la delincuencia”; sin embargo, dice, los gays habían estado al margen. Hasta el ataque al bar Madame. Desde entonces el clima es de miedo y de falta de libertad. Mary Fher o Alejandro se dice afortunado porque desde niño su familia y su abuela apoyaron sus preferencias. Incluso ella le decía qué vestidos le quedaban mejor.

Sale del baño, donde se colocó su falda color salmón y continúa con su transformación, mientras cuenta que las circunstancias que viven hoy los homosexuales son de incertidumbre.

Narra que los ataques perpetrados contra el bar de Xalapa, e incluso el de Orlando, lo hicieron dudar en venir a celebrar a la Ciudad de México.

A sus 25 años, considera que el ambiente homosexual en México es peligroso y hostil. Ha soportado por años que le llamen “maricón, gay y puto”, y aunque dice que no le importa porque ya se acostumbró, reconoce que es difícil habituarse a los insultos.

Hace lo posible para no engancharse y considera que México es un país que culturalmente agrede por naturaleza a los homosexuales.

Piensa que falta mucho para que la comunidad gay sea aceptada por la sociedad mexicana, y a pesar de que existen avances, como poder salir a marchar y mostrarse con su pareja de la mano, aún es difícil para ellos desarrollarse en muchos sentidos.

Uno de los obstáculos para el progreso de sus derechos, dice Alejandro, es el que representa la Iglesia católica. Sus llamados al rechazo a las uniones homosexuales, asegura, son absurdos y no reflejan más que ignorancia y miedo a lo diferente.

“El problema es que la Iglesia católica ha estado metiendo demasiado su cuchara en el tema de la homosexualidad; ha opinado sin tener conocimiento. En cambio, son muchos los casos de pederastia en la Iglesia, pero para ellos, reconocer ese problema no está bien y prefieren satanizar a dos personas del mismo sexo tomadas de la mano”, sentencia.

Al quitarse su playera y colocarse un brasier negro, se mira al espejo. Enseguida viste una blusa blanca de punto y se vuelve a mirar. Se preocupa por su apariencia.

Vence el temor y acude a marcha gay
Vence el temor y acude a marcha gay

Pregunta si no luce vulgar.

Para él es su primera marcha y quiere lucir bien. Cubre su cabello corto lacio con una peluca de pelo obscuro y largo. Sonríe satisfecho con el resultado.

El miedo que le daba venir a la ciudad desaparece y su rostro enseña ilusión. Quiere conocer cómo es el ambiente aquí. “Súper diferente al de donde yo vengo, más open”.

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