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Nochixtlán.— “¡No es mi hijo! ¡No puede ser él!”, grita, se resiste Javier Alejandro Galán Ruiz al recibir la noticia de que durante los hechos violentos del domingo pasado su hijo Jhován Azarel fue uno de los que murió.

Con apenas 18 años de edad, el día del enfrentamiento el joven se encontraba a unos 50 metros de la barricada entre Viguera y Pueblo Nuevo, muy cerca de la zona centro de Oaxaca.

El impacto de bala al corazón fue certero; el proyectil alcanzó a perforar el pulmón y Galán Mendoza quedó tendido en el asfalto.

Es la víctima número nueve de los hechos violentos y no ha sido reconocida por el gobierno.

Sin embargo, los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) afirman que este joven también perdió la vida durante el incidente.

Ese día en el que maestros de la coordinadora y grupos afines al movimiento se enfrentaron con la Policía Federal, Javier miraba por un grupo de WhatsApp que tiene su esposa los videos que subían conocidos de la situación violenta que se vivía.

“Ya que se termina el video comencé a ver fotos de los muertos, heridos; en la primera vi que era mi hijo, lo reconocí inmediatamente pero me hice tonto. Yo dije, no es él; me volví loco en un instante, fue un dolor tremendo”, explica el padre de familia.

Desde el número 108 de la calle Manuel Ávila Camacho en la colonia Guadalupe Victoria, donde es velado Jhován, aún se resiste a la idea de que su hijo falleció.

“Me marcó uno de sus compañeros de trabajo y me dijo que a Jhován lo habían matado. Yo le dije que no, no es él”, rememora.

Asegura que fue cruel la forma en que trataron el cuerpo inerte de su hijo: “Un carro lo dejó afuera de una clínica, la doctora me dijo que lo habían dejado tirado, pero por humanidad lo metió al lugar.

“No le hice nada, sólo tomé signos vitales pero fue inútil, ya había perdido la vida”, explicó la doctora al padre de familia.

La doctora le pidió a Javier Alejandro que pasara para identificarlo, el cuerpo lo tenían en un cuarto, aún no sabían si se trataba de Jhován.

Tomó aire: tenía que entrar al lugar para quitarse esa desesperación de no saber el paradero de su hijo.

“Cuando abrí la puerta, por los pies reconocí que sí era mi chavo. Ya no entré, me acobardé, la que entró fue mi esposa”, relata.

La señora de Galán confirmó que se trataba de su hijo; salió y bastó con un abrazo a su esposo para que éste tuviera que aceptar que se trataba del joven inerte del cuarto, ubicado en ese municipio oaxaqueño.

Tomó valor y al final se decidió a entrar a la habitación habilitada como morgue donde está el cuerpo para confirmar la identidad.

“El cuerpo dentro del cuarto estaba cubierto. Cuando levanté la cobija era mi hijo: ahí se me terminó de partir el corazón, tenía la esperanza de que no fuera”, se lamenta.

Muchos dijeron que fue una bala perdida, pero yo creo que fue un homicidio por la forma en que murió. Fue directo al corazón y perforó el pulmón”, detalla.

Quería iniciar su vida. Jhován tenía poco que se decidió llevar a su novia para que sus padres la conocieran, tenía planes a futuro; a sus 18 años compró una alcancía para juntar y poner su propio negocio; un taller mecánico, que era sueño para poder mantenerse, iniciar una familia y apoyar a sus padres.

“Quería ahorrar para comprar sus cosas, me decía: ‘Jefe le estoy echando ganas porque quiero poner mi taller’, pero nada de eso podrá ser posible”.

Los restos de Jhován descansan en el panteón de San Jacinto Amilpas; sus padres exigen justicia, que las autoridades admitan que la cifra oficial de muertos no es de ocho, que se incrementa y que su hijo forma parte de las víctimas del operativo que derivó en tragedia.

Eligio Hernández, el vocero de la Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, asegura que tiene reportes de que son 10 las personas que murieron durante el enfrentamiento, aunque hasta el lunes pasado las autoridades oficializaron ocho decesos.

Los padres de Jhován demandarán que se investigue su muerte, que no se olvide, no permitirán que se pretenda eliminarlo de la lista oficial, aunque haya sido una bala perdida la que cegó su vida, no dejarán de exigir justicia.

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