Aunque el gobierno busca desintegrar al cártel de Los Zetas que operaba en el penal del Topo Chico, un mando de bajo nivel junto a otros 30 integrantes de la banda criminal pretenden reagruparse y retomar el control del centro penitenciario.

Un encargado de custodios —que pidió anonimato— reveló a EL UNIVERSAL que además de Juan Iván Hernández Cantú, alías El Credo, líder de Los Zetas que fue trasladado a una prisión federal de Guanajuato, otros dos internos mandaban en Topo Chico. Las versiones de las autoridades indican que el otro líder era Juan Pedro Saldívar, alías el Z-27, que había ingresado apenas unos meses atrás.

Ambos trasladados a otros penales de máxima seguridad fueron responsables, según el gobierno estatal, de un enfrentamiento por el control del penal, registrado la noche del miércoles y madrugada del jueves.

El tercer líder del cártel, según el encargado de custodios, responde al apodo de El Maruchan. Sólo su alías fue relevado por temor a represalias, además, dijo, será trasladado junto con otros 20 prisioneros a una prisión federal para evitar que se reagrupen y retomen el control que mantenía el cártel desde 2012 en Topo Chico.

“El que se fue, El Credo, tenía el control, pero mandaban otros dos. Todavía queda uno que aún vamos a talonear [lo vamos a seguir]. Es de bajo nivel, pero quiere agarrar hueso [retomar el control dentro del penal], pero lo vamos a trasladar. Andan otros 10 con él y unos 20 que tenemos arraigados porque también eran del mismo cártel”, señala.

“Se van a otros estados, porque aquí ‘muy hombres’ fumaban marihuana delante de ti. Bueno, pero ya cuando se les informó de los traslados a Sonora —y otras prisiones federales— decían ‘yo no me quiero ir para allá, me van a matar’”, dice.

“Era puro zeta el que operaba aquí adentro desde hace años, esto no es nuevo, pero ahora ya se los cargó la verga”, asegura el custodio mientras maquinaria pesada destroza montañas de objetos confiscados a los internos, que ahora son basura.

A los presos se les han quitado todas sus posesiones, asegura Matías, padre de Alberto, quien es prisionero en Topo Chico. Desde la mañana, hizo fila para entrar al penal y ver a su hijo en un aparente día de visita normal.

“Nos dijeron que les iban a quitar todas sus cosas, sólo les iban a dejar una muda de ropa que hay que traer y eso es todo lo que les permitirán tener”, dice Matías, quien platicó con su hijo durante la visita. Le dice que se han quedado sin agua en el penal, los baños están sucios y el agua para beber se les ha restringido.

Pero mientras los guardias y prisioneros limpian las celdas después de la masacre de hace unos días, el olor a carne quemada aún quedó en la zona de ambulatorios, que fue incendiado en el enfrentamiento y donde quedaron cinco cuerpos calcinados. También la habitación de El Credo.

Fuera del penal, Ejército, Marina y Policía Federal se han retirado de la vigilancia. Ahora, la Fuerza Civil es la encargada de la seguridad.

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