Conforme se acerca septiembre a Rita Alvarado se le espanta el sueño.

Sobre el techo de lámina de su casa, las tormentas que acompañan a la temporada hacen que su cuerpo y su mente reaviven justo el momento que perdió la pierna derecha.

“Después de esto, nunca he vuelto a dormir una noche completa. Todos los días, pero más cuando se acerca septiembre, despierto con sobresaltos”, narra con dolor.

A siete años de la tragedia, sobrevive a duras penas tratando de reintegrarse a su vida cotidiana y prácticamente enclaustrada en su casa.

Entre uno y otro quehacer doméstico, Rita toma descansos cada tres horas para quitarse la prótesis que le hace llagas e infecciones en el muñón derecho de su pierna.

Su humilde vivienda tuvo que ser modificada con rampas improvisadas, puertas y muebles que le ayuden a desplazarse por la casa con la finalidad de hacer más llevadera su tragedia, y desde ese momento conoció de aparatos ortopédicos y medicina más que en toda su vida.

Como todos los demás, Rita odia los días que tiene que ir a la oficina de atención ciudadana del gobierno estatal, a recoger el apoyo de apenas 6 mil pesos que le dan al mes por ser víctima del granadazo aquel 15 de septiembre.

A partir de la tragedia, Rita y su familia guardan una especie de luto apenas se acaba agosto. Nadie dice nada, pero todos recuerdan con profunda tristeza y a la vez quieren olvidar esa noche.

Los hijos de Rita dicen que a partir de ese día ella es ajena a las noticias. “Desde esa fecha ya no ve noticieros y trata de evitar sintonizarlos por la televisión o por el radio” señalan.

Peregrina de oficinas. Su esposo murió en el atentado porque estaba a pocos metros de donde estalló el primer artefacto en la Plaza Melchor Ocampo. María Encarnación solamente recuerda que de un momento a otro Alfredo Sánchez desapareció de su lado. Ella se salvó porque se retiró unos metros para ir a comprar algo.

Esa noche se fueron solos al festejo del 15 y dejaron a sus dos hijas en casa de sus suegros. Ajenos estaban a las amenazas previas que recibió el gobierno federal y estatal, vía telefónica, advirtiendo que se iba atentar contra la población civil.

También estaban alejados del caso omiso que hicieron los sistemas de seguridad a cargo del gobierno de Leonel Godoy Rangel y Felipe Calderón Hinojosa.

“Sólo de pensar que mis hijas pudieron quedarse huérfanas, me da terror. Gracias a Dios ese día no iban con nosotros, si no quién sabe qué hubiese pasado”, dice acongojada.

Una fotografía de Alfredo cuelga de una pared y debajo hay un altar permanente con veladoras encendidas día y noche y flores multicolores de plástico.

Para María y sus hijas no pasa un día sin que recuerden a su esposo, porque aquella noche la vida cambió radicalmente para todas.

“Yo tuve que salirme a trabajar,  a mi esposo no le iba mal en su empleo de carpintero porque era un hombre fuerte y luchón. Nunca fuimos ricos, pero mientras él vivió nunca nos faltó nada; pudimos levantar esta casita y tener nuestras cosas. Hoy trabajo limpiando casas, planchando ajeno para sostener a las niñas. Ellas me obligan a levantarme”, afirma.

María Encarnación recibe al año un cheque de 7 mil pesos del fondo que creó el futbolista michoacano Rafael Márquez para los hijos de las víctimas del granadazo, y ha tratado de buscar apoyos adicionales para solventar la escuela de sus hijas.

Cada vez, comenta, se tiene que tragar las caras largas e incluso las humillaciones que la revictimizan una y otra vez, para que al final no haya ninguna respuesta.

“Nadie nos quiere atender ya. Cuando uno les dice que es una de las víctimas de los granadazos es como si les dijera que uno tiene lepra. Nos tuercen la cara y de mala gana nos dan servicio, pero no nos ayudan, creen que uno viene aquí por gusto”, asegura.

El gobierno del estado, en ese entonces encabezado por el perredista Leonel Godoy Rangel, creó en medio de la polémica un fondo de apoyos y pensiones para 54 damnificados de los más de 120 heridos, con un monto que actualmente las autoridades se niegan a dar a conocer, bajo el argumento de que “es un fondo variable”.

Sin embargo, personal de la oficina de la Subsecretaría de Administración del gobierno estatal asegura que a la fecha se apoya solamente a 40 personas, “porque el resto ha desistido de manera voluntaria del recurso, ya sea porque superó la situación, o porque dejaron de solicitarlo por razones desconocidas”.

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