Mérida.— María Paula Acevedo Cardos es una pequeña de tan sólo cinco años de edad que fue diagnosticada con epilepsia refractaria, que le ocasionan crisis de hasta 250 convulsiones diarias. Los médicos se han visto obligados a aplicarle medicamentos muy fuertes que disminuyen esos síntomas, pero que que  deterioran rápidamente su vida; la familia de la menor pide al sector salud que los ayude a acceder al cannabidiol, aceite derivado de la canabis (marihuana), en una lucha por buscar mejorar su calidad de vida.

La pequeña, de acuerdo con sus padres y fisioterapeuta, está consciente, ya que aunque su cerebro sufre un daño severo, reacciona cuando se le pide saludar, reconoce colores e identifica a su hermano menor, José María, de  siete meses de edad.

Su padre es Juan Acevedo, un hombre de 36 años de edad que se dedica a las ventas, y su madre es  Alejandra Cardos, de 34 años de edad, quien estudió Comunicación pero que dejó de trabajar para dedicarse de tiempo completo a cuidar a su hija.

Relatan que los médicos le han aplicado medicamentos de todo tipo a su pequeña; la mayoría muy fuertes para su edad, pero que irremediablemente los han tenido que usar para reducir las convulsiones. “Son medicamentos que hasta a un adulto afectarían, pero no tenemos de otra, de los males el menor;  es una realidad que la aplicación de esos fármacos está deteriorando la salud de Pau: afecta su hígado, sus riñones, muchas cosas”, detalla Alejandra.

Su fisioterapeuta particular, Blanca Mireya Bourillón Moreno, señala que la niña sufre un daño motriz muy difícil de revertir y difícilmente podrá caminar, pero con ejercicios, cuidados y terapias en el Centro de Rehabilitación Infantil Teletón (CRIT) de Yucatán, han logrado que la niña dé muestras de que una parte de su cerebro reacciona.

La niña nació aparentemente bien pero, a un mes  de nacida, sus padres empezaron a notar la pérdida de la mirada y el movimiento errático de sus manos, por lo que iniciaron todo un peregrinar con pediatras y especialistas hasta llegar al diagnóstico final: epilepsia refractaria.

Pau, como le llaman cariñosamente, acude al Jardin de niños Ossó, en donde le permiten convivir con otros niños de su edad y  recibe aprendizaje de lenguaje y juegos.

La esperanza para Juan y Alejandra se renovó al leer el caso de Grace, la niña de Nuevo León que podría ser la primera mexicana en conseguir aceite de mariguana, con  fines  efectos medicinales.

Incluso, valoran como familia recurrir a tribunales para lograr que mediante un amparo también les permitan la importación del aceite. Además, la madre de Pau se mantiene en contacto con la fundación de Estados Unidos en donde atienden a Charllotte, otra niña que sufre epilepsia, y que con el extracto de mariguana ha mostrado avances y hasta se asegura que  ha frenado el avance de su enfermedad.

“Nos dijeron que la única forma es que vayamos a vivir allá, porque ellos no pueden enviar el aceite ni autorizar su aplicación a Pau, por eso pedimos, queremos que el gobierno mexicano se sensibilice y nos ayude a que mi hija pueda recibir ese tratamiento”, señala.

El padre de Pau dice que su economía familiar no les permitiría pensar en el cambio de residencia a Estados Unidos, vecino país del norte y agrega que están dispuestos a pelear ante las autoridades para ayudar a su pequeña hija.

Ambos saben que se trata de algo novedoso, que está a prueba, pero aun así, desean asumir el riesgo. “Es eso... o nada; Pau ya ha probado de todo”.

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