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Steven Patrick Morrissey podrá tener 57 años y su cuerpo constata el paso de una vida roquera de más de tres décadas, pero su alma rebelde e incontrolable sigue imperturbable en cada presentación que ofrece.

Muestra de ello se vivió ayer durante su show en el Palacio de los Deportes, donde saldó la deuda que tenía con los capitalinos ya que, por problemas de salud, canceló su presentación en el Vive Latino de 2013.

El dicho “no cabía ni un alfiler” resultó preciso para describir el recinto: la pista lucía como un mar de manos y teléfonos, las gradas sólo eran una continuación más de esa marea de fanáticos, de un fenómeno que va más allá de los géneros musicales y los estratos sociales.

Entre el público lo mismo se veía al oficinista, que al motociclista conviviendo con los rocabillys y los hipster, todos al final unidos por esa religión que lleva de título Morrissey.

Desde antes de que iniciara su show, el artista prendió el ánimo con un selecto compendio musical de sus influencias: Los Ramones, James Brown, Lou Reed o The Clash.

Los fans de Morrissey son férreos y le perdonan todo, desde que apareciera 30 minutos tarde en el escenario hasta que les quitaran de su menú la carne, ya que en los puestos al interior del foro sólo se vendieron alimentos vegetarianos.

En punto de las 21:35 horas, el artista salió ante una multitud enardecida que tuvo que esperar seis años para verlo de nuevo en México.

“¡Hola Familia, hola familia!”, fueron las únicas palabras que el artista necesitó para que la multitud, que aguardaba impaciente, gritara de emoción y estallara de júbilo al escuchar el acorde de “Suedehead”.

Su escenario era modesto para el nivel de artista: una pantalla gigante a sus espaldas, seis músicos que lo acompañaban y su talento desbordando en cada estrofa de canciones como “Alma matters” o “How soon is now”, esta última, con la que recordó sus inicios en The Smiths. Las referencias hacia la desaparecida banda estuvieron presentes toda la velada conotros temas como “First of the gang to die”.

El traje que portaba Morrissey no podía ser discreto porque él no lo es, así que optó por un saco gris con lentejuela y un pantalón del mismo color que competía con el carisma del cantante por ver quién brillaba más.

El momento político del concierto llegó cuando el cantante se refirió al muro que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, intenta construir en la frontera con México.

“Quiero decirles una buena cosa acerca del muro de Trump”, dijo el intérprete provocando la expectativa de quienes lo escuchaban. “La buena noticia es que ese muro lo mantendrá a él fuera”, remató. Su ironía fue celebrada con aplausos y gritos unánimes de aprobación.

El mensaje se reafirmó en las playeras de sus músicos que portaban la leyenda: “Fuck Trump”.

Tras su breve manifiesto, siguió el recital con el tema “Shoplifters of the World Unite” y fue entonces que con el ánimo encendido, el británico se despojó de su brillante.

Hasta las 23:00 horas, el concierto continuaba con el ánimo de los fans aún intacto, que saltaban y coreaban los emblemáticos temas.

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