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Los Ángeles.— Alan Ramírez tiene una cicatriz que le cruza el cuello, casi de oreja a oreja. También una sonrisa que le hace la competencia. Es más, si no fuera por esa marca en la piel, uno jamás imaginaría que apenas en julio pasado recibió un balazo.

El vocalista de Banda MS lo repite una y otra vez: salía de dar un concierto en el Auditorio Nacional, escuchó un estruendo, vio cristales rotos en la camioneta en la que viajaba, sintió un malestar y notó brotar sangre sin saber qué la provocaba.

“La bala venía ya sin fuerza, fue algo de mala suerte. Yo siempre lo tomé positivo, siempre estuve con mucha fe y eso me ayudó mucho a la recuperación. A los tres días ya estaba dado de alta, estaba hablando. Al cuarto, ya quería cantar pero mi esposa me dijo, espérate”, comparte.

EL UNIVERSAL lo acompaña en su jornada este fin de semana en el que su agrupación se presentaría durante tres días en el Microsoft Theatre de Los Ángeles, uno de sus primeros conciertos tras su regreso a los escenarios que se dio hace unos días en Oakland.

Sobre el escenario, al músico se le ve en su elemento, todavía se toma de la garganta casi por inercia y su público parece a veces preocupado por lo que pudo ser, en especial mientras él cede la voz a sus compañero Oswaldo Silvas o toma un poco agua.

Banda MS interpreta sus mejores éxitos (“No me pidas perdón”, “Háblame de ti”…) ante cientos de alaridos de los asistentes al recinto de angelino, atiborrado de mujeres con vestidos entallados y hombres con camisas y sombrero, quienes se toman de la mano y bailan como si no hubiera un mañana.

Para Ramírez pudo no haberlo habido, pero tan está ahí que hace todo lo posible para mostrarse entero —como si nada hubiese pasado—, incluso se da tiempo para tomarse selfies durante el concierto y al terminar éste, con decenas de fans que lo saludan en un restaurante de comida china en el que decide cenar o en la recepción del hotel.

“Creo que hay que tomar la vida con actitud, hay gente que pasa por peores cosas que uno, más peligrosas, así que nosotros tenemos que ver la vida positivamente y disfrutarla. Todos pasamos por algún mal momento, a todos nos puede pasar una bala perdida”.

Aún así, hay momentos en el que se aísla y termina por difuminarse.

Mientras todos platican sobre diversos temas, él toma su celular, mira las fotos de sus pequeños y presume una en especial, en la que intercambia su rostro con el de su hijo, gracias a la aplicación Snapchat.

“Recuerdo el momento en que abrí los ojos y vi a mis hijos, estaban mis compañeros, mi mujer, hermano. Lo primero que dije fue gracias Señor por permitirme estar con vida; lo mismo me pasó en el escenario, agradecí a Dios por estar vivo”, dice aturdido.

Hay muchas versiones del atentado que sufrió luego de dar un concierto en el Auditorio Nacional. Las autoridades de la Ciudad de México no han podido determinar el móvil, pero el cantante y sus compañeros ya tienen un veredicto: se trató una bala perdida, un simple incidente.

“Espero que la gente se dé cuenta de que pudo ser algo tan simple como eso. Existe un prejuicio contra la banda, nosotros no cantamos corridos, no fue porque somos unos nacos, como nos catalogan, fue porque en un país como México se dan cosas como estas”, dice su compañero Silvas, uno de los fundadores de esta agrupación que nació en Mazatlán en 2003.

Alan lo interrumpe con otra tesis de los peligros que puede enfrentar cualquier famoso, sin importar el género, ya no una bala perdida, ya no un atentado perpetrado por el crimen organizado: “Mi esposa me dice que tenga mucho cuidado con la gente que me rodea, si me tomo una foto y se me acerca una muchacha a besarme, es mejor hacerme un lado porque luego hay novios o esposos que se ponen celosos”.

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