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Chile.—Termina el show de Gustavo Cerati en Caracas y el músico luce distinto. Confundido, extraviado, desganado, apenas logra concretar el hito de cierre de la gira, la foto con todo el equipo, antes de terminar en una ambulancia, en el inicio de uno de los calvarios más terribles del rock latino.

Ese día es uno de los tantos en que se adentra la nueva biografía del argentino, escrita por el periodista Juan Morris, y que está pronta a ver la luz. Como adelanto, el diario argentino Clarín publicó este domingo el fragmento correspondiente a ese día, dejando entrever procedimientos médicos que no estuvieron a la altura.

Sin embargo, apenas se publicó este adelanto, su hijo Benito Cerati publicó en su página de Facebook su punto de vista y fue negativo. Está molesto.

Benito señala que la biografía de su padre carece de veracidad, además de tener muchas imprecisiones y no estar autorizada por la familia. Asimismo, destaca que está escrito por alguien que nunca lo conoció ni tiene vínculo con miembros de su familia.

El adelanto. El texto publicado por Clarín señala que al solicitar paramédicos para Cerati, llegaron “dos chicos que no tendrían más de 20 años y que al ver a Cerati descompensado no supieron qué hacer. Gustavo se podía mover pero estaba abrumado, lento, y no podía hablar”, señala el texto.

En ambulancia lo condujeron hasta el Centro Médico Docente La Trinidad, lugar que encontraron a oscuras: Se había cortado la luz. La respuesta que les dio una enfermera fue que el grupo electrógeno sólo funcionaba para la terapia intensiva y los quirófanos, lo que los obligó a volver con Cerati a la ambulancia y partir a otro recinto. Luego volvieron a La Trinidad.

El músico quedó en observación, “pero como no presentaba ninguna mejoría ni los médicos tenían un diagnóstico, a eso de las cuatro de la mañana lo alojaron en la suite presidencial del tercer piso y llamaron por teléfono a un cardiólogo, que les dijo que recién iba a poder ir a las 10 (horas)”.

Cerati seguía consciente, pero su cuerpo no le respondía. Al día siguiente, Cerati “se tocaba el brazo, lo agarraba y lo levantaba sin conseguir que se moviera. Un rato después se puso a golpear la baranda de la cama con la mano izquierda con un ritmo fastidiado, lleno de impotencia”.

Al mediodía almorzó. Al atardecer vio algo de televisión. A medianoche lo llevaron hasta otra dependencia para practicarle un centellograma. “Cada tanto abría los ojos muy despacio y los volvía a cerrar. Cuando llegaron, la camilla no pasaba por la puerta y Taverna tuvo que cargarlo”.

Después de los estudios, lo dejaron en la habitación y decidieron avisarle a la familia. Gustavo había sufrido un ACV y su cerebro se había inflamado tanto que estaba haciendo presión contra el cráneo. Tenían que operarlo con urgencia.

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