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Si la ciudad de México fuera una pintura, la paleta de colores no nos alcanzaría para tantos matices.

Los claroscuros están ahí y por ello es importante detenerse a admirar esas tonalidades que revisten nuestro entorno. Las más luminosas, las que nos sustraen de la cotidianidad, se hallan en los museos.

Estos espacios promueven un sinnúmero de manifestaciones de toda índole, incluida una poco apreciada: la culinaria. Ha habido un esfuerzo de parte de estos lugares para ofrecer opciones que cambien la percepción de sitios alejados, para acercarlos a cualquiera que lo desee.

Existen cada vez más museos que cuentan con restaurantes y cafeterías que han sido la nueva casa de personas que visitan sus exposiciones, así como las curiosas, en busca de un lugar para conversar. Las puertas están abiertas para apreciar una exhibición antes o después de un rico café.

Estudiantes y familias, mexicanos o extranjeros, han vivido esa experiencia en el Mumedi (Museo Mexicano del Diseño), que es una plataforma para diseñadores que buscan que su trabajo sea apreciado por los amantes de las formas y los colores.

Ubicado en la calle de Madero, a escasos pasos de la plancha del Zócalo capitalino, este recinto, que suele pasar desapercibido entre el mar de personas que caminan sin reparar, es completamente diferente al caos cotidiano que caracteriza la urbe.

Tal como lo expresa su director, Álvaro Rego, el lugar se ha convertido en una incubadora de empresas creativas, en donde han participado personas desde 18 años hasta 87.

No sólo sus galerías y sus platillos mutan constantemente, incluso se prevé convertirlo en un hotel en donde el diseño, el esmero y el corazón que habita en cada esquina, logre ser fielmente reflejado.

EXHIBICIÓN DE SABORES

Nube Siete. Brillantez a la carta

Una taza de café blanca parece más clara por la luz que entra por los grandes ventanales del restaurante. El lugar está rodeado de piedra volcánica que ha dejado el estado incandescente para adquirir un aspecto poroso y negro que combina con las estructuras blancas que sostienen el techo.

Naturaleza y arte conviven en Nube Siete, del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM.Aquí se reúnen, más que intelectuales, personas que tienen las imágenes de las obras abstractas en la cabeza, que discuten y piensan en los significados.

Las discusiones se hacen vivas y los brazos hacen ademanes encima de los cafés, refrescos y guisados. Aunque el debate es importante para el ambiente, la comida no pasa a segundo plano: es deliciosa. Diseñado por Teodoro González de León, Nube Siete es un negocio funcional que contrarresta los defectos del espacio de otros restaurantes. Es un lugar que está hecho para observar mientras comes.

Camarones, frappé, huevos cocidos (o estrellados), ensalada verde hecha con manzana y ajonjolí, ¡o los macarrones al pomodoro! Porque en este lugar, hay que decirlo, la pulcritud y la buena cocina resaltan, con sabores que no temen ir y venir entre la gastronomía mexicana y la internacional.

No es un lugar para golpear la cartera, pues sus precios son accesibles (de entre 100 pesos hasta 300 por una comida para uno). Todo está construido para degustar mientras los ojos sienten el contraste entre la modernidad del diseño del espacio y la naturaleza que siempre está presente, como los árboles que salen de entre las piedras o la vegetación que mezcla un lugar cerrado con la sensación de degustar platillos al aire libre.

Un restaurante para refrescar el intelecto. Es una experiencia de tranquilidad, intelectualidad, sin llegar a la soberbia. Lo suficiente y digno para disfrutar de un buen café y leer con atención las líneas de las páginas de un libro.

Ilumínate. Insurgentes Sur 3000, Centro Cultural Universitario. Ciudad Universitaria

Franz Mayer. Punto zen en el núcleo de la ciudad

Un vestíbulo rodeado de jardineras, con una fuente al centro y algunas bancas que la rodean, una obra arquitectónica que conecta a una biblioteca, el auditorio y la cafetería; el museo Franz Mayer parece ser atemporal.

En 2004, el Dalai Lama lo consideró una zona de paz en el Distrito Federal y eso es claro cuando, ya en una mesa, se hace inaudible cualquier ruido, a pesar de estar en el núcleo de la capital.

El pasillo recibe a los visitantes con un cuadro de talavera que dice “Cafetería del Claustro”: Baguettes, bagels, ensaladas y pasteles son parte de un sitio que, más que ser independiente, se integra a toda la colección del museo. Un espacio forrado de azulejos blancos con decoraciones que predominan en color azul y una gran vitrina con piezas que son parte de la colección permanente.

El protagonista de esta cafetería es un café italiano que concentra toques de dulzura, acidez y amargura, producto de un lento proceso de extracción, el resultado final es un sabor que deja huella en los visitantes.

El museo “punto zen” de la capital tiene aire fresco que cumple su cometido para acompañar pláticas amenas, aderezado de un agradable paisaje del claustro que dejó su huella indeleble entre los pilares del lugar.

Lugar atemporal. Hidalgo 45. Col. Centro. Diseño a la carta. franzmayer.org.mx

Palacio de Bellas Artes. 81 años que se perciben

Personas pasan todos los días por sus corredores, capturan fotos o simplemente toman asiento en sus jardineras, otras se detienen a admirar las características del Palacio de Bellas Artes, imaginan sus personajes históricos.

Las exposiciones se llevan las miradas, pero su restaurante y cafetería, el cual se encuentra en la planta baja y asoma a las afueras del recinto, es un punto y aparte.Manteles blancos que engalanan sus mesas, un servicio de calidad y rapidez, además de sabor, comer en este palacio no es algo que deba pasar desapercibido. Ya sea que disfrutes estar adentro o en alguna de sus mesas hacia la Alameda, este sitio no dejará que lo visites una vez, siempre querrás volver.

Tomar un café en compañía, o simplemente con un libro en la mano, el ambiente te contagia con sus 81 años. Bien merece dedicarle una, o muchas, de tus tardes.

Punto y aparte. Eje Central esquina con Av. Juárez. Col. Centro. 5512 2593. Ext. 130.

Restaurante Tamayo. Oasis de vista inigualable

Un ambiente minimalista predomina en el restaurante Tamayo, entre tonos grises, mesas de madera y lámparas, los arreglos florales son oasis de colores que resalta frente a cada comensal, en un ambiente fresco y relajante.Inmerso en el Bosque de Chapultepec, este lugar es ideal para resguardarte en un día caluroso, desde el inicio te atrapa su frescura y su espacio. Se observa gente con limonadas de la casa para saciar la sed.

La terraza posee una privilegiada vista panorámica de esa zona arbolada, sus grandes sombrillas cubren las mesas rectangulares donde se sientan familias completas que buscan la frescura de la brisa.

Cada uno de sus platillos lleva un toque artístico que busca recordarle al comensal que el el sitio es una extensión del museo, muestra de ello es el postre “Pintura, molécula de Chocolate”, dulce servido sobre una auténtica paleta, tal como la que utilizan los artistas plásticos.El colorido de los platillos contrasta con los tonos neutros de la infraestructura. El menú hace gala de la gastronomía mexicana, ofreciendo a los comensales cocina tradicional de estados como Tabasco, Chiapas y Veracruz, pero con tendencias contemporáneas.

La sensación de haber probado algo realmente exquisito, o simplemente haber descansado, es lo que te llevas de este lugar, en donde pareciera que no estás a 50 metros del tráfico, sino en un bosque alejado y tranquilo.

Panorámico. Paseo de la Reforma 51, Bosque de Chapultepec. museotamayo.org

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