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Casi todos alguna vez nos hemos interesado tanto por un objeto que buscamos tener más y más. Varios famosos también tienen este comportamiento y presumen de lo que han conservado a través de los años.

Sandoval ha forjado su carrera con una imagen peculiar: gorra, cejas, lentes y barba. Pero la prenda que usa en la cabeza es la más icónica y cuando se la quita, lo primero que le dicen es: “¡Estás pelón!”.

Así lo cuenta él: “Las tengo (gorras y sombreros) por necesidad. Me quedé calvo a los 18 años y cuando es a tan temprana edad te da pena porque sigues yendo a ciertas cosas que ya como calvo no se ve bien; opté por siempre tener algo en la cabeza y empecé con paliacates pero fui cambiando a gorras deportivas o militares, sombreros”, cuenta a EL UNIVERSAL.

Otro músico como Daniel Gutiérrez, de La Gusana Ciega, se ha hecho de algunos caleidoscopios y en su cuenta van cerca de 20, así como guitarras pequeñas. Yayo González, de Paté de Fuá lo hace con películas, tenis y sombreros; y Francisco Céspedes tiene en su hogar varios relojes: “Colecciono relojes de pared, mi casa está llena de ellos pero ninguno tiene la hora porque el tiempo es lineal para mí. En el cuarto de mi hija también tengo muchos libros que no sé si es una colección pero amo leer”.

Emir Pabón, integrante de Grupo Cañaveral, tiene una colección de lentes oscuros porque, dice, le gusta cuidar de sus ojos. “Creo que permiten expresar nuestra personalidad y enfatizan el estilo”, expresó Pabón, quien prefiere los polarizados y grandes. “He oído que a veces se colecciona por placer, otras veces se trata de rellenar el tiempo libre o incluso hay quien opina que comenzó una colección por accidente”. En su caso, afirma que lo hace por el gusto.

Ventajas de ser calvo. Para Sandoval todo empezó gracias a una anécdota con sus amigos más rockeros cuando usaba el cabello largo y con quienes tenía algo en común: que era ondulado. Uno de ellos sugirió que podían intentar alaciarlo con cremas, pero primero había que ponerse una protección para no quemar el cuero cabelludo.

“No me puse la crema protectora y me alació el pelo como de baba, pero fue un dolor gigantesco como de una semana. Me bañaba y eran masas de pelo, así lo perdí. Ahora tengo una corona ya muy grande, al principio era frustrante”, recordó.

Dentro de su arsenal de más de 100 gorras hay de todos los tipos y, refiere, ha tirado casi tres veces de lo que ahora conserva por viejas o porque pasaron de moda. Ahora que decidió rasurarse la cabeza y aceptar su imagen cuenta animado sobre las ventajas de ser calvo: “Te tardas menos en bañar, aunque extraño el olor a shampoo después de tantos años porque pues ¿qué me lavo? ¿las cejas?”, bromea.

Entre las desventajas está que el calor se concentra más en la cabeza y que cuando las personas le piden prestada su gorra “para probar cómo se ven” y se dan cuenta que no tiene cabello, les causa asombro.

Con tanta experiencia ya sabe el tipo de modelo. Una vez, cuenta, le vio una a Enrique Iglesias tipo militar, por lo que investigó dónde comprarla en línea y encargó todas las que tenían en existencia en Los Ángeles.

El precio va desde los 10 a los 60 dólares, por lo que, dice, no le parecen muy caras.

“No soy mucho de marcas, es lo que mejor te acomode y si me gusta lo compro. Eso sí, nunca estoy pelón. Me hicieron cambiar el look y ahora uso como las de beisbolista. Luego están los gorritos que se usan para el frío, pero para el calor de un concierto en Mérida encontré unos de tela delgada”.

Saltos. Chabelo tiene 30 ranas en la oficina de su casa. Y otras tantas en su oficina que tiene en Televisa. La razón tiene algo de profundidad: “Las colecciono porque nunca saltan hacia atrás, siempre van hacia adelante. Eso es lo que me inspira. Me parece un ejemplo de cómo se debe trabajar en la vida”.

Las ranas comenzaron a llegar a su vida a través de sus fans, que se las regalaban en su programa. “Las he guaradado desde hace muchos años y cada una representa un recuerdo importante de mi carrera”, comenta Chabelo mientras muestra las más grande de su colección: una rana de peluche que lo acompaña junto al escritorio en el que despacha en su casa.

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