alejandra.musi@eluniversal.com.mx
Toronto.— Bellas de noche es un documental que se adentra con honestidad, sentido del humor y sutileza a la vida actual de las vedettes que vivieron su época dorada en los años 70 de México. Olga Breeskin, Lyn May, Rossy Mendoza, Wanda Seux y Princesa Yamal son presentadas como mujeres que han tenido que reinventarse a sí mismas, fuertes, entrañables y con un gran sentido del humor y de amor por la vida a través de la cámara de la documentalista María José Cuevas.
“¿Qué es lo que pasa cuando se baja el telón y cuándo la cámara se apaga? Lo que pasa para una vedette y un símbolo sexual detrás de cámaras no es agradable. Y eso es lo que me atrajo de este documental, que María José quería mostrar una parte humana por la que muy pocas personas se han interesado”, dijo a EL UNIVERSAL Olga Breeskin en Toronto.
Para Breeskin no fue fácil decir que sí al proyecto en un primer momento, porque, como confesó, “cuando María José me lo propuso (ahora lo puedo decir), pensaba: ‘¿cómo una jovencita puede plasmar la época de oro de mujeres que enseñábamos nuestro cuerpecito, que nos poníamos nuestro bikini? Que con lo único que yo me sentía cómoda era tocando el violín porque eso es lo que me enseñó mi papá.
“Pero la juventud es la época más corta de la vida y si a eso le agregas que de los 20 a los 30 años tu mayor éxito es mostrarte en un bikini pues querida, te la vas a pasar muy mal cuando cumplas 40, 50 y 60.
“Entonces mi error artístico fue darle demasiado énfasis a la parte sensual, a la parte visual, al resultado que tenían mis movimientos con los varones”, dice Olga.
La vedette contó los sentimientos que tuvo durante el rodaje: “El verme en un espejo cuando llegara María José me dio miedo porque dije: ‘¿y qué voy a mostrar ahora, una mujer con arrugas, con patas de gallo, con celulitis, sin la cintura que tanta fama me dio en su momento?’ Yo no le veía el atractivo para el público pero cuando fui tratándola (a Cuevas) me dio la confianza de que iba a ser objetiva, de que no me iba a ridiculizar ni a hacerme víctima de la burla del público.
“Sentí que su tratamiento era más bien la parte humanitaria, ‘¿qué pasa cuando se cierra el telón o se apaga la cámara?’ Esa parte me atrajo”, aseguró la artista que atravesó por momentos muy difíciles en su vida cuando con sólo 20 años le llegó la fama, su primer millón de dólares pero también las drogas y los excesos.
“La juventud, cuando no tiene vida espiritual, que era el caso de Olga Breeskin, se deja llevar por los ofrecimientos del mundo convencional. Lo que le pasa en el mundo artístico a una mujer joven o adolescente es lo que pasa hoy en día en las escuelas con el bullying. En el espectáculo también hay bullying. Es decir, a mí mis productores me hacían creer de manera equivocada que si yo no le entraba a ese mundo de drogas, alcohol y sexo no iba a poder seguir siendo lo exitosa que estaba siendo sin saber que el talento es lo único que no necesita intercambio ni de droga, ni de sexo, ni de licor, ni de tu cuerpo ni de nada pero de esto me enteré hace sólo 9 años”.
Con sinceridad, Olga narró las tres décadas más difíciles de su vida:
“De los 20 a los 50 yo seguí el juego de la vida y no me di cuenta que me estaba llevando a la autodestrucción, a la soledad. Cuando me mostraban las fotos de la mujer que fui y me miraba al espejo y no me reconocía, era insoportable así que corría al casino en Las Vegas a embriagarme para no ver mi realidad porque no era bonita, ¿a quién le gusta haber sido y ya no ser?”