A Eric del Castillo, las más de 250 películas hechas durante su carrera le han dado satisfacciones, pero también humillación, ataques al ego y estar en peligro de muerte.

El actor celayense, quien hoy será homenajeado por el Festival Internacional de Cine Guanajuato, recuerda que también ha “peleado” contra secuestradores, para dejarle su vestimenta de cine.

“El cine es de lo maravilloso que me ha pasado en la vida, me ha dado muchas cosas”, dice el hombre de 80 años a EL UNIVERSAL.

¿Qué le ha quitado?

Muchas horas de sueño, he sufrido humillaciones, insultos, ataques al ego personal y que uno debe entender que así es. No siempre será estelar o tendrá los mejores papeles, sino lo que crean comvenientes los productores y la obligación de uno es sacar al personaje muy bien.

¿Qué humillaciones?

Iban a hacer en película Cada quien su vida, llevaban a todo el elenco, menos a mí. Yo era quien había hecho más tiempo en teatro de galán y aquí iban con Carlos Navarro. Le insistía al director, hasta que me dijo: no me estés... jorobando (risas).

¿Cómo soportar eso?

¡La economía! También pasé años tremendos y al tener un matrimonio, pagar rentas, muchas veces me vi obligado a aceptar papeles que no quería. Cuando intenté entrar a tv (Telesistema, hoy Televisa) me rechazaron muchas veces de forma humillante e insultante.

Cada semana iba a que me dieran algo y por fin lo logré. Era un pequeño parlamento en una serie llamada Juicio a mujeres célebres, entonces yo debía decir el mío cuando la actriz se sentara. Total que ella no se sentaba y yo no sabía si decirlo o no, cuando lo dije fue tarde. En cortes comerciales llegó el director a decirme que era un pen... Me sentí tan humillado que no me dio coraje, sino sentimiento y dije; no vuelvo aquí, hasta que me llamen en buen plan, y sucedió.

¿Qué pensó su familia cuando les dijo que deseaba ser actor?

Quise ser misionero, escapé varias veces de mi casa, pero siempre asistía a ver películas. Mi mamá no sé qué pensaba y me dijo: métete de actor, ve a visitar a Andrés Soler, que tiene su academia. Y ahí estuve del 55 al 57.

¿Por qué seminarista?

¡No sé! En el colegio había un padre que un día dijo que probablemente en algún lugar había un sacerdote anciano muriendo y no habría quién lo sustituyera y sentí que era yo quien debía hacerlo (risas). Pero sólo estuve menos de un año.

Trabajó con Luis Alcoriza (Tiburoneros), con Manuel M. Delgado (El extra), con directores históricos, ¿alguno cruel?

Para qué digo nombres, pero en serio, hice cosas donde pude haber perdido la vida tres o cuatro veces. Para Las grandes aguas (1980, Servando González) tenía que arrojar un camión al abismo y lo tenía que hacer yo y no sé qué pasó, el camión iba a tal velocidad pero yo no me aventé, sino que algo me empujó y caí a un lado del camión, si no, no sé que me hubiera pasado. Alguien me preguntó por qué lo hacía y respondí que por hambre de éxito y orgullo.

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