El hartazgo de una parte importante de la ciudadanía del mundo con el statu quo, sus gobernantes y la política tradicional, se ha convertido en caldo de cultivo propicio para el surgimiento de figuras populistas, demagógicas y con liderazgos unipersonales; todas éstas, condiciones necesarias para convertir cualquier régimen democrático en una tiranía.

Por ello, aprovecho esta entrega para compartir algunas reflexiones valiosas sobre el pensamiento de Timothy Snyder, gran historiador contemporáneo y quien a través de su libro ‘Sobre la Tiranía’, nos brinda 20 lecciones del siglo XX para no volver a vivir jamás, de acuerdo con Aristóteles, el peor de los regímenes de gobierno.

Para Snyder, la historia no se repite, pero sí se transforma y alecciona. La experiencia europea del siglo XX nos enseña que las sociedades pueden quebrarse, las democracias derrumbarse y la ética desaparecer. Podríamos caer en la tentación de pensar que nuestro legado democrático nos protege automáticamente de tales amenazas, pero se trata de un reflejo equivocado y de un pensamiento soberbio. Por ello, resumo en cinco puntos estas grandes lecciones sobre la tiranía contemporánea y la forma en la que los ciudadanos debemos actuar:

 
1. No obedezcas por anticipado. 

La obediencia anticipada es una tragedia política. En tiempos como éstos, los individuos se anticipan a lo que querrá un gobierno más represivo o autoritario, y después se ofrecen sin que nadie se los pida. Un ciudadano que se adapta de esa manera está enseñándole a quien detenta el poder lo qué es capaz de hacer y hasta dónde puede ceder. El activo más importante de una democracia se sustenta en el sentido crítico, el debate, el sano disenso y la participación activa de sus ciudadanos.

 
2. Defiende las instituciones. 

Las instituciones son el pilar de la democracia que sirven como contrapeso al poder de los gobernantes y también preservan nuestras libertades y derechos individuales y colectivos. Tendemos a presuponer que las instituciones se sostendrán automáticamente incluso frente a los ataques más directos, pero para muestra están la Alemania de Hitler o las dictaduras militares de Chile, Argentina y actualmente en Venezuela. Las instituciones no se protegen a sí mismas, caen una tras otra a menos que defendamos activamente a cada una de ellas, desde el principio.

3. Busca, investiga, defiende y cree en la verdad.

Renunciar a los hechos es renunciar a la libertad. Si nada es verdad, nadie puede criticar al poder, porque no hay ninguna base sólida para hacerlo. Si nada es verdad, todo es espectáculo. Te sometes a la tiranía cuando renuncias a la diferencia entre lo que quieres oír y lo que oyes realmente. Esa renuncia a la realidad puede resultar natural y cómoda, pero la consecuencia es tu desaparición como individuo. Por ello, busca, investiga, analiza, escucha, aprende, contrasta, argumenta, debate, corrobora, incorpora, construye y comparte. ¡Comprende las cosas por ti mismo y nunca te dejes engañar!

4. Contribuye a las buenas causas

. Participa activamente en las organizaciones, asociaciones y actividades que expresen tu forma de entender la vida. Cada vez está más claro que debemos ser solidarios y ayudar a quienes más lo necesitan. Contribuye a mejorar tu comunidad y entorno en la medida de tus posibilidades: siembra un árbol, recoge basura, da clases, crea una asociación benéfica, dona bienes útiles a un orfanato o asilo. Al hacerlo, no solo sentirás la enorme satisfacción y felicidad que significa ayudar a otros, también mostrarás congruencia cívica y te convertirás en un ejemplo para tus pares, promoviendo así la replicabilidad de tus acciones.

5. Sé patriota y lo más valiente que puedas.

Ser patriota significa querer que la nación esté a la altura de los más altos ideales, lo que implica que seamos la mejor versión de nosotros mismos. Un patriota debe estar preocupado por el mundo real, que es el único lugar donde su país y su población puede desarrollarse a plenitud. Ser valiente requiere que todos debamos estar dispuestos a luchar por nuestra libertad y no tolerar cualquier forma de autoritarismo. Una cosa es cierta: si los jóvenes no empiezan a hacer historia, los políticos de la eternidad y la inevitabilidad la destruirán. Y para hacer historia, los jóvenes tendrán que aprender de ella. Esto no es el final, sino un comienzo.

Sin duda, las reflexiones que hace Snyder son de gran trascendencia para comprender el papel que tenemos los ciudadanos en la vida pública y en la construcción misma de nuestros destinos. Si bien todos sus ejemplos estuvieron basados en sucesos del siglo XX, el pensamiento del autor está hoy más vigente que nunca, y tan solo hace falta que perdamos la memoria y que la apatía reine entre los ciudadanos para que el demócrata se convierta en tirano.

La democracia, la libertad y los derechos que tenemos como individuos son nuestros bienes más preciados, parte inherente de nuestra vida comunitaria y nacional, y significan el mayor legado que dejaremos a nuestras siguientes generaciones.

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