Durante tres días consecutivos la zona metropolitana de la Ciudad de México ha vivido una situación “atípica” en materia ambiental ocasionada por “partículas suspendidas en el aire, producto de incendios”. La falta de un protocolo específico para ese fenómeno impidió la declaración de una contingencia; la Comisión Ambiental de la Megalópolis se limitó a recomendar el cierre de puertas y ventanas, así como evitar actividades al aire libre.

Desde el sábado era evidente una visión fantasmal de la ciudad —originada por la bruma que la envolvía— y el olor a pasto quemado. En la capital del país, de acuerdo con datos oficiales, entre viernes y sábado se registraron 23 incendios en zonas forestales y urbanas; además de 30 siniestros similares en el Estado de México, incluido el estallido de un polvorín en Tultepec y el incendio en una fábrica de plásticos en Atizapán.

El problema de la contaminación para la urbe no es de ahora, ha sido una lucha constante al menos en las últimas tres décadas. Por muy poco frecuente que sea la presencia de partículas suspendidas en esta temporada ¿no pudo preverse?

Millones de habitantes de la megalópolis estuvieron expuestos por más de 48 horas a las llamadas partículas PM2.5, que tienen una estructura similar a los aerosoles, por lo que se introducen en los pulmones, frenan en los niños el desarrollo del sistema respiratorio y disminuyen los niveles de oxigenación en las personas.

Ese hecho exhibió las debilidades de la normatividad para declarar contingencia, pues se carece de protocolos para actuar ante la presencia de partículas suspendidas; solo se emitió una “alerta ambiental” el domingo. El gobierno de la CDMX reconoció ayer que se tienen que establecer parámetros para determinar una contingencia ambiental para las partículas 2.5.

Ante la contaminación, por la causa que fuere, no puede continuarse apostando a que el clima (viento o lluvia) resuelva los problemas que tienen un origen humano. Medidas de prevención y la concientización social son los elementos que deben privilegiarse y no solo las acciones reactivas.

La megalópolis ha logrado contener —no resolver— los índices de contaminación con la coordinación de gobiernos vecinos, grupos ambientalistas, especialistas, empresarios y población, pero es claro que no se puede bajar la guardia un instante.

Este fin de semana fue notorio que hay protocolos que deben actualizarse. No debe perderse más tiempo, literalmente puede ser cuestión de vida o muerte.

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