El manejo de la basura en muchas partes del país continúa haciéndose sin los mínimos protocolos de separación y de reciclaje, con un evidente impacto en el medio ambiente, a pesar de que estos sitios dejaron de ser conocidos como basureros y desde hace varios años se les llama: rellenos sanitarios. El cambio, sin embargo, es cosmético. Hay “rellenos sanitarios”, donde el control de los desperdicios es prácticamente sinónimo de focos de infección a cielo abierto, así como de contaminación de ríos y bosques.

En el Estado de México, por ejemplo el relleno sanitario de Tepatlaxco no es otra cosa que una montaña de residuos provenientes de los municipios de Atizapán, Tlalnepantla y Naucalpan, generadora de olores pestilentes y de fauna nociva como moscas, ratas y cucarachas. Los líquidos tóxicos que emanan de la basura acumulada —más de mil 100 toneladas llegan diariamente— impregnan tierras de cultivo y se mezclan luego con riachuelos de agua cristalina.

La mayoría de los rellenos sanitarios en el país son operados por firmas privadas a las cuales se concesionan varias hectáreas para desarrollar sus actividades. Prometen la mejor tecnología, los mejores procesos y el absoluto cuidado al ambiente, pero si no hay supervisión de la autoridad para que se cumpla lo contratado, el resultado es dañino para las comunidades.

El país cuenta con una norma oficial, elaborada por la Semarnat, que establece las especificaciones mínimas que deben darse en la operación de los rellenos sanitarios. De cumplirse al pie de la letra, los asentamientos urbanos cercanos no tendrían que enfrentar problemas por la disposición final de los residuos.

En el problema del manejo de la basura la sociedad en general tiene que contribuir a su solución. En los hogares se tiene que separar la basura y aprender a reciclar; la industria debe asumir compromisos para adoptar procesos limpios y un eficaz control de sus desechos; a la autoridad le corresponde proporcionar un eficiente servicio de recolección, invertir en tratamiento de aguas y en plantas de reciclaje, además de verificar la correcta operación de las empresas que tienen a cargo la disposición final de los residuos.

En el momento que todo lo anterior se combine, México podrá presumir de un manejo integral de residuos, con lo cual se garantizaría la protección ambiental, el equilibrio ecológico y un mínimo efecto contaminante, pero de manera central menores riesgos para la salud. Es urgente avanzar en esa dirección.

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