El pasado 22 de julio, sus amigos y su partido recordamos el natalicio del amigo, del político guerrerense, autor de grandes pensamientos que hoy en nuestros tiempos cobran actualidad

Hombre pragmático, inteligente, enemigo férreo de los dogmas, francófilo, admirador fiel de Mitterrand y de Felipe González, devorador de libros, progresista, liberal, político e intelectual. Todos esos adjetivos caben en su nombre, todas esas facetas describen su vida. Pero sólo fue un sustantivo el que movió la maquinaria de su inteligencia: la justicia, la justicia como un imperativo social.

José Francisco fue un hombre de intereses avanzados para su edad y para su época. Ya desde la preparatoria, en el Centro Universitario México, iniciaba debates y fundaba periódicos. De sus debates recuerdo uno que llamó la atención de todos. Mientras los intereses de algunos de nosotros estaban en el baloncesto o en las técnicas para meter goles, Ruiz Massieu debatía en las páginas del periódico que él había fundado, el legado juarista en nuestro país. Debatía sobre la figura de Juárez en México y sobre el liberalismo que éste profesaba.

Desde entonces Ruiz Massieu perfilaba para ser un francófilo absoluto, en lo político y en lo cultural. Era un amante de las costumbres francesas, de la vida que corría por los pasajes de su historia y de su actualidad política. Fue lector atento de todos los autores de la ilustración. Sabía y conocía desde Montesquieu, pasando por Voltaire, hasta Rousseau y Diderot. Las lecciones fueron grandes y construyeron el ideario político que concretaría más tarde en su natal Guerrero. Como todos los liberales franceses, Ruiz Massieu fue un convencido de que la Razón es la única receta para que un país pueda alcanzar el progreso. La razón y las alianzas.

Así fue como, sin dudas ni aspavientos, definió su agenda política: sumándose a las filas de un liberalismo de izquierda muy a la francesa; como el que defendió François Mitterrand. Su modelo de política y de gobierno siempre, de principio a fin, fue un reflejo de la política francesa.

Hablando de su admiración por Francia, su afición más grande era la de recorrer las librerías de viejo en París. Así fue como generó una de las bibliotecas más importantes de México; gastando las mesadas de su padre y más tarde recorriendo las entresijadas callejuelas del Quartier Latin, buscando libros nunca antes leídos.

Fue el primero de nuestra generación en promedio y el primero en obtener el título; lo obtuvo en el año de 1969. La premura, en este caso, trajo premios. En una época en la que no era muy popular estudiar fuera del país, consiguió una beca para estudiar en Europa. Así fue como terminó, con una limitada beca de la UNAM, estudiando en la Universidad de Essex.

Esa premura es una de las cosas que más me duelen. Pepe fue prematuro en todo: en los debates, en las ideas, en los estudios… pero también en la muerte.



Magistrado del TSJCDMX y exembajador de México en los Países Bajos

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