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Hay que ser valiente para zambullirse en el mar más joven del planeta. Los encuentros cara a cara con tiburones ballena, delfines, ballenas grises o lobos marinos son el pan nuestro de todos los días. Cuando Hernán Cortés lo descubrió, quedó impactado. Ese mismo efecto se conserva entre los expedicionarios que se embarcan en el Endeavor, un safari marino que explora durante ocho días las islas del golfo de California (nombre oficial del mar de Cortés).

El barco zarpa desde La Paz, Baja California Sur, con 86 pasajeros, incluida la tripulación comandada por guías naturalistas y biólogos. Para llegar a la isla de San Francisquito navega durante toda la noche. Por la mañana, los pasajeros descubren una playa en forma de media luna, rodeada de acantilados rojizos.

Se lanzan al mar los kayaks, tablas de paddle y zodiacs para acercar a los expedicionarios a la orilla. A cada uno se le entrega un traje de neopreno y un equipo de esnórquel, por si quieren husmear debajo del agua cristalina y color turquesa. En una de esas pueden toparse con mantarrayas que saltan del agua como si estuvieran volando.

Quien se canse de nadar o de tomar el sol puede volver al barco cuando lo desee, para eso hay zodiacs (botes inflables motorizados) que van y vienen del Endeavor las veces que sean necesarias. También llevan a tierra firme bocadillos y copas llenas de vino espumoso.

Bahía de Agua también está incluida en el itinerario. Es habitada apenas por una colonia de pescadores. Uno de ellos se encarga de alistar mulas y caballos para dar un paseo entre las montañas escarpadas.

Desde lo alto se nota que aquello es un oasis: de un lado el desierto con sus filas infinitas de cactus y del otro el mar sereno con sus manchas de azul intenso y verde esmeralda.

No se necesitan binoculares para encontrar nidos de pelícanos, fragatas y pájaros bobos de patas azules, los mismos que habitan en las Islas Galápagos de Ecuador. Igual que el archipiélago, el golfo de California es considerado un laboratorio natural para la investigación de la especiación.

Fuera del mar de Cortés

En la isla de Puerto Escondido se abandona el barco para hacer un viaje de dos horas por carretera hasta Bahía de Magdalena, en el océano Pacífico; lugar que las ballenas grises utilizan como guardería para dar a luz a sus crías y entrenarlas para sobrevivir al viaje de regreso a Alaska, que emprenden cada año a finales de marzo.

Siguiente parada: Los Islotes. Son monumentales formaciones rocosas que emergen del mar, producto de los desplazamientos de las placas tectónicas, habitadas por una colonia de aproximadamente 400 lobos marinos.

El traje de neopreno y la máscara de esnórquel son obligatorios para sumergirse y dejar que los lobos jueguen con uno. La mayoría son ejemplares jóvenes, los machos y hembras suelen amodorrarse sobre las rocas.

En la isla Espíritu Santo concluye la expedición con una cena preparada por dos cocineros que viajan durante toda la travesía.

En la playa se encienden velas y se sirve vino para ver cómo el sol entrega su atardecer rojizo como espectáculo. El bufar de las olas hace que uno se olvide de la música grabada.

En silencio se espera a que aparezcan las estrellas y la luna, con esa imagen los viajeros vuelven a subir al barco. Saben que en la mañana siguiente volverán a su mundo real.

SAFARI ENDEAVOR

Los viajes se realizan de noviembre a marzo, siempre en temporada de ballenas y tiburones ballena. Se debe reservar, como mínimo, con seis meses de anticipación.

Precio: 2 mil 995 dólares por persona, en plan todo incluido, con excepción de los vuelos a San José del Cabo o La Paz.

Todos los camarotes cuentan con televisión y vista al mar, algunos tienen terraza privada.

Web: www.un-cruise.com

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