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Las campanas de la Catedral Metropolitana retumbaron al mediodía. No era un llamado a misa dominical, sino una invitación para sacar momentáneamente del retiro a leyendas del futbol mexicano.

El pretexto, las eliminaciones del Tri en los Mundiales de México 1986 y Francia 1998, a manos bávaras.

Bastó un lienzo de pasto sintético montado en el Zócalo. Con la calidez de unos 10 mil aficionados y el clima nublado, los ex futbolistas saltaron a la cancha con mucha ambición, pero con los achaques de la edad.

El ex atacante Manuel Negrete hizo una chilena que de inmediato evocó a su histórico gol del 86 ante Bulgaria. Un rostro marcado cruelmente por las adicciones, era extraño para algunos aficionados, hasta que escuchaban el nombre de Pablo Larios. “¿Qué le pasó a ese señor?”, preguntó una niña a su padre, sin recibir respuesta. Pero Larios revivió por unos minutos, con atajadas que evitaron un marcador abultado.

Oxidados. No todos los tricolores brillaron como en los viejos tiempos. Fernando Quirarte, Félix Barbosa, Francisco Abuelo Cruz, Claudio Suárez y Ricardo Peláez dejaron ver que sus dotes con el balón se han quedado en las crónicas.

Luis Hernández demostró que jugar contra Alemania no es lo suyo. Cuauhtémoc Blanco aún es el show-
man
con sus cuauhtemiñas y sus mañas para calentar al rival; el edil de Cuernavaca fue el más vitoreado.

La guerra de egos y reflectores se la llevaron los lances de Jorge Campos y las anotaciones de Luis García y Ramón Ramírez, para ganar el segundo duelo (2-0).

Nada de amistoso. Alberto García Aspe se encaró en más de una ocasión con el alemán Pierre Littbarski, al grado de que Manuel Lapuente decidió sacar al ex de Pumas.

La Revancha llegó en un mar de nostalgia con jugadores que demostraron orgullo por portar la camiseta de su selección. Dos naciones que quisiera el mismo Juan Carlos Osorio en sus rotaciones.

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