Minuto 84, Morelia al fin se acercó al área de Cruz Azul, de las pocas veces que lo hizo en todo el partido.

Rodolfo Vilchis entró por la izquierda y desbordó a Omar Mendoza, quien antes de que ingresara al área lo derribó.

Ahí todo el pasado cayó sobre los Cementeros. Vilchis mandó el balón directo a la portería, balón que superó una mal colocada barrera por Jesús Corona, balón que se meció sobre las redes para hacer estallar al estadio Morelos y llorar a la nación azul, porque sí, Cruz Azul lo volvió a hacer: perdió en los últimos minutos... Hizo el ridículo de nuevo.

Monarcas Morelia clasificó a la final de la Copa MX al derrotar a La Máquina (1-0), que de esta forma perdió la oportunidad de salvar un poco su semestre, de levantar un poco la cabeza, de lavar el fango en el que está hundido.

Porque el equipo del español Francisco Jémez volvió a hacer el ridículo, no pudo con su cuadro titular en la cancha vencer a unos michoacanos que mandaron al terreno de juego una alineación plagada de suplentes. Hasta en eso el conjunto azul resultó humillado.

El europeo nunca entendió que en un equipo con el pasado de Cruz Azul jugar, lo que el llama “bien”, no es suficiente. El tener la pelota y motivar que el rival se encierre en su área, no es dominar el juego. El vociferar después de cada partido que fueron mejores que el contrario sólo engaña a quienes compraron los “espejitos” que vino a vender con su hablar rudo y directo. Regañar a todo el que no esté de acuerdo con él no es ganar la discusión, ni sirve para que el club salga del atolladero en el que está metido desde hace ya casi tres años en los que no califica ni siquiera a una Liguilla.

Cruz Azul lo volvió a hacer. Volvió a golpear a su gente que cada semama inhala ilusión y exhala decepción. La directiva debe de reconocer que su apuesta por Jémez no sirvió, y que el tiempo que le ha dado ha sido más que suficiente para demostrar que el futbol mexicano le quedó grande. Punto aparte está la dirección deportivo, pues Eduardo de la Torre volvió a fallar en el armado del equipo.

Una vez más.

Cuando cayó el gol de Vilchis, un muchacho humilde nacido en Zitácuaro, Michoacán, todo lo que hizo Cruz Azul durante el juego de poco valió. Porque es verdad, si un equipo quiso jugar al futbol ese fue el capitalino, pero querer no significa hacerlo bien.

La historia fue la misma de siempre. Un Joao Rojas que desborda pero que nunca levanta la cara para saber a qué hora debe de pasar la pelota o disparar. Con un Jorge Benítez que sueña con un gol maradoniano y acaba estrellándose en una defensa que sólo es escalona cuando viene de frente. Con un Ángel Mena contagiado de la mediocridad y un Christian Giménez lleno de pundonor pero ya con muy poco futbol.

El mérito de Morelia fue ser organizado en defensa y tener en el portero Carlos Sosa a un salvador. Cruz Azul tiró doce veces a su arco, pero sólo en dos el argentino tuvo que intervenir. Monarcas tiró en una sola ocasión, lo suficiente para festejar el gol y el pase a la final, en la que enfrentarán al ganador del juego entre Monterrey y Guadalajara, que se celebrará este día.

Jémez se fue rumiando su coraje y los jugadores cementeros con la cabeza hacia el césped, avergonzados de nueva cuenta de su falta de inteligencia y ambición en el momentos claves.

Porque Cruz Azul lo volvió a hacer. Aunque ya es una frase común, volvió a “cruzazulear” y la frase ya ni divierte.

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