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San Pedro Sula.— La pluma azul aparece, es la buena. Con esa tinta, Juan Carlos Osorio debe escribir en su libreta de apuntes, que cumplió la promesa de llevar a México a su primer triunfo en Honduras luego de 22 años de sequía. Maldición rota en suelo catracho, golpe de credibilidad para el técnico colombiano.

Las luces aún no aparecen en la escuadra mexicana, pero la efectividad al mando del cuestionado entrenador aparece en su esplendor. Dos juegos, marca perfecta que le da a México seis puntos y paso firme rumbo al hexagonal final clasificatorio a Rusia 2018.

Osorio avisó que su propuesta sería ofensiva, que le gusta más ganar que tener miedo de perder. Sus pupilos se plantaron bien, pero dos ‘chamaquitos’ que tienen el descaro como arma y que usó de cambio, fueron los artífices del histórico triunfo.

Jesús Corona y Jürgen Damm tuvieron el rol de suplentes, pero también de héroes. El estratega del Tricolor los utilizó como revulsivos perfectos. El atrevimiento de ambos chavos pudo más que la jerarquía de Javier Aquino y ‘Chicharito’. Lo que no pudieron demostrar esos estelares mexicanos, lo hicieron los habilidosos muchachos que apenas comienzan una carrera como seleccionados nacionales.

‘Tecatito’ se confirmó como un ‘crack’ en potencia. Jaló un esférico de ‘taquito’, esperó a que bajara y lo empalmó para ponerlo en la esquina de la cabaña catracha. Silenció al estadio Olímpico de San Pedro Sula, el cual se hizo sepulcral cuando Damm ingresó al área centroamericana para fusilar a Valladares.

Partido ríspido. Las faltas y los choques son el alimento del juego. Honduras las propone y México responde. Una falta tras otra. Si los catrachos pierden la pelota, con base en su garra y fuerza la recuperan o frenan a sus rivales. Accionar que hace que las acciones queden cortadas y las oportunidades de gol sean demasiado escasas.

La actividad de los porteros resulta anecdótica. Los mexicanos intentan, pero las infracciones los limitan. La ‘H’ muestra un equipo cortito, que poco genera al frente. Se quedan con las manos vacías en cuanto a futbol, aunque los golpes siguen y los futbolistas se calientan cada segundo más.

Y llega la tragedia luego de que, en una jugada accidental, Javier Aquino le cayera en la pierna a Luis Garrido. Fea imagen a los 38’, que provocó la desesperación de los catrachos. Los elementos del Tri se aterrorizaron con el incidente; los locales estaban destrozados.

Médicos de ambas selecciones acudieron al llamado. Los doctores mexicanos atienden al jugador herido. Una ambulancia y su ruidosa sirena, lo lleva al hospital.

Los centroamericanos jamás volvieron a ser los mismos. México creció en el complemento y encontró la ruta hacia la victoria.

La tragedia no terminó ahí, ya que minutos después, Osvaldo Alanís se lesionó la rodilla solo, dejando al Tri con diez hombres, lo que al final no pesó.

Llegó el silbatazo que marcó el término del juego. Osorio nunca celebró, ni se inmuto ante la alegría de sus pupilos. Su triunfo es interno, que el ruido del marcador histórico en Honduras hable por él. El resultado, a partir de ayer, está escrito con tinta azul.

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