Lo que cuantitativamente hizo Peyton Manning en 18 campañas como profesional, es ineludible: cinco veces nombrado Jugador Más Valioso de la NFL; 14 selecciones al Pro Bowl; 186 triunfos en campaña regular; 71 mil 940 yardas; 539 pases de touchdown; 93 juegos de 300 yardas; 93 partidos con al menos tres envíos a las diagonales; 14 campañas de 4 mil yardas y 15 temporadas con al menos 25 pases de touchdown.

En todas esas categorías es primero o segundo en la historia de la Liga.

Con su triunfo en febrero sobre Carolina, Manning se convirtió en el único quarterback que ha ganado al menos un Super Bowl con dos equipos diferentes.

Pero lo que cualitativamente hizo Peyton Manning es igual o más impresionante que sus estadísticas.

Peyton era una máquina programada para jugar football. Su coeficiente intelectual y conocimiento del juego no tienen precedentes.

Nadie estaba mejor preparado los domingos. Cuando Manning estaba detrás del centro, lo que su mente procesaba en unos cuantos segundos era sencillamente irreal.

Podía cambiar -o no- toda la jugada ordenada originalmente desde la banca; desde la protección (si intuía un blitz), la ruta de todos sus receptores (contra cobertura de zona, hombre-a-hombre o mixta) o simplemente correr el balón y sacar provecho de una defensiva ligera, con más backs defensivos que linebackers en el campo.

E hizo eso todos los partidos, de todas las semanas de todas las temporadas.

Sus audibles eran tantos y tan frecuentes, que no todos podían ser ciertos. Muchos de esos “¡Omaha!” que gritaba antes de cada centro eran simples fanfarronadas para confundir a las defensivas.

Pero la mayoría sí que eran ciertos. Y funcionaban.

“Pocos entienden que Peyton Manning tiene algo de coordinador ofensivo y algo de entrenador de receptores, porque él le dice a todos qué es lo que deben hacer y en dónde deben estar”, dijo Cris Collinsworth, analista de la cadena NBC.

Manning trabajó todos los días, dentro y fuera del campo, para ser perfecto.

En el campo perfeccionaba su mecánica, movimiento de pies y cada pase, desde los más sencillos hasta los que demandaban mayor potencia o precisión.

En las salas de video veía cosas que ni sus jefes detectaban y en la semana llegaba a las juntas con recomendaciones para la estrategia del domingo.

“No había un día en que [Manning] no estuviera trabajando para mejorar. En muchos sentidos, se preparó cada día como si fuera un agente libre tratando de ganarse un lugar en un equipo de la NFL”, dijo Jim Caldwell, ahora coach de los Lions, pero quien trabajó varios años con Peyton en Indianapolis.

En su plenitud, Peyton era simplemente imparable. Insisto, una máquina programada para lanzar perfectas espirales, explotar tus puntos débiles y destrozarte con la mente y el brazo derecho.

“La extraordinaria carrera de Peyton Manning fue impulsada por su talento, una ética de trabajo increíble y un deseo inquebrantable de ser el mejor, y terminó de manera perfecta para él con una victoria en el Super Bowl”, dijo el comisionado Roger Goodell. “Su pasión competitiva lo convirtió en un jugador legendario que emocionó a los aficionados de una generación. Se ha desempeñado como un gran representante de la NFL, tanto en el terreno de juego como en su comunidad. Estamos eternamente agradecidos por las contribuciones incomparables de Peyton y sabemos que su éxito continuará en la siguiente fase de su vida”.

Manning siempre será criticado por sus actuaciones en Playoffs, en los llamados juegos “grandes”. Su récord en postemporada es un mediocre 14-13 (el de Tom Brady es 22-9, por ejemplo) y en sus dos derrotas en el Super Bowl sufrió intercepciones que fueron regresadas hasta las diagonales.

“Yo siempre he dicho que el fracaso no existe. ¿Qué es el fracaso? Llegas al final de la campaña y pierdes el Super Bowl ¿Eso es fracasar? Para la mayoría de la gente, quizá. Pero cuando entiendes por qué perdiste y aprendes de eso, ¿entonces es realmente un fracaso? No lo creo”, dijo Kobe Bryant, otra leyenda que está en su campaña de despedida.

“No es la fama, no es el dinero, ni siquiera los campeonatos”, agregó Kobe. “Es el amor por lo que hacemos. Y lo hacemos todo el tiempo. Estudiamos todo el tiempo y, como resultado, los campeonatos llegan”.

Y el campeonato llegó para Peyton Manning. Su segundo campeonato.

Detrás de la mejor defensiva del planeta, el número 18 levantó nuevamente el Vince Lombardi, dándole a los Broncos justo lo que buscaban cuando lo contrataron en 2012: un título del Super Bowl.

“Peyton era un jugador con el que todos querían jugar. Eso nos hizo mejorar como equipo, y estoy contento de que hayamos sido capaces de ganar un campeonato en su último año”, dijo John Elway, gerente general de los Broncos. “Peyton ganó un montón de premios y estableció una gran cantidad de récords, pero para mí, lo que ayudó a conseguir en nuestro equipo durante los últimos cuatro años es lo más destacado. Estoy muy agradecido de que Peyton eligiera jugar con los Broncos y lo felicito por su carrera de Salón de la Fama”.

Manning necesitaba ese otro triunfo en el Super Bowl para ser considerado entre los quarterbacks más grandes de la historia, al lado de Joe Montana, Brady y Elway.

En cinco años tendrá un merecido busto en el Salón de la Fama en Canton.

Verlo fue un privilegio. Y para que la NFL tenga a alguien como él, pasarán décadas.

Por eso sólo me resta decirte: GRACIAS, PEYTON.

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