Los Rays de Tampa Bay derrotaron, 4-1, a la Selección Nacional Cubana en un partido de exhibición que brilló más por su contexto histórico que competitivo, pues se dio en el marco de la visita del presidente Barack Obama al país y en momentos en que las relaciones diplomáticos entre Estados Unidos y Cuba se afincan.

Los Rays mostraron su superioridad en el terreno, pero no la tuvieron fácil, pues encontraron a un equipo aguerrido que nunca se rindió, una analogía pintada en las relaciones políticas entre Cuba y Estados Unidos.

El partido estuvo lleno de simbolismos alusivo a la nueva era en las relaciones políticas entre Cuba y Estados Unidos.

Primero, estaban los presidentes de los dos países, el visitante Barack Obama y el anfitrión Raúl Castro, quienes desde el 17 de diciembre de 2015 no han hecho otra cosa que acercar políticamente a sus gobiernos.

Segundo, Obama fue recibido con una gran ovación del atestado estadio Latinoamericano de La Habana, lo mismo que Castro, quien como es habitual en él, entró con mucha discreción al recinto.

Tercero, la banderas de los dos países ondeaban agitadas sobre la enorme pizarra del parque de pelota, en una tarde nublada e inusualmente fría. Se cantaron los himnos por un espectacular coro y el clima de respeto al entonarse el estadounidense fue increíble, ni abucheos ni aplausos, sólo respeto de las más de 40,000 personas presentes en el juego, todas por estricta invitación.

Cuarto, el exlanzador derecho Luis Tiant, símbolo de la comunidad cubana en el exilio, y el extirador nacional Pedro Luis Lazo, estandarte de los jugadores que nunca se fueron de Cuba, lanzaron la primera bola al unísono ante la mirada de la multitud, de todo el país y del mundo que miró el partido por televisión.

Quinto, como si pareciera ensayado, un par de palomas blancas decidió hacer del terreno de juego su zona de estar y los jugadores las dejaron allí, mientras el público aplaudía lleno de alegría, como quien reconoce que las dos aves representan la paz de cada lado del estrecho.

En el terreno, para los Rays fue un típico partido de pretemporada, con las alineaciones rotando, los lanzadores cambiando y un ritmo de juego relajado. Para los cubanos la cosa era más seria, pues era obvio que su intención era ganar el partido.

Cuba intentó atacar en el primero cuando Yordan Manduley y Yosvani Alarcón atizaron sencillos seguidos, pero el abridor de los Rays, el zurdo Mat Moore, metió el brazo y apagó la amenaza.

Los Rays le devolvieron la amenaza cuando en la alta del segundo y con dos fuera Kevin Kiermayer atizó doblete ante el abridor cubano Yosvani Torres. Desmon Jennings trabajó boleto y James Lonely trajo una al plato con sencillo remolcador para colocar el partido 1-0.

Lonely fue puro veneno para los cubanos. En la alta de la cuarta la desapareció con uno en base y dejó asombrado al Latinoamericano por lo kilométrico del batazo, que puso el juego, 3-0, en la alta de la cuarta. Otra rayita fue sumada en la séptima para ampliar la ventaja.

Los cubanos no se iban a ir en coca. Así que Rudy Reyes se la desapareció por el jardín izquierdo a Alex Colomé para colocar las hostilidades, 4-1. El Latinoamericano, mosqueado hasta ese momento, revivió, pero Colomé apagó el incendio y el juego se liquidó.

Un sonoro aplauso de despedida fue el cierre y los dos equipos se confundieron el en terreno entre saludos y abrazos, muestra de cómo el deporte quiebra cualquier barrera.
Moore lanzó seis entradas completas para ganar el juego. Permitió seis hits, sin carreras y recetó tres ponches. Perdió Yosvani Torres.

El pueblo se disfrutó el partido a plenitud. Hicieron la ola, agitaron a su equipo, hubo mucho ruido y sabor caribeño. Pero también se creó cierto sentido de incredulidad.

"Esto parece mentira, parece que estoy soñando. Nunca pensé ver esto después de tanta pelea con los americanos", dijo a El Nuevo Día un periodista cercano en la zona de prensa.

No era él único. "Esto es historia. Nunca hubiera pensado ver un juego de béisbol de Grandes Ligas aquí, con un cubano que se fue en el equipo de Tampa (Dayron Varona) y los presidentes de Cuba y Estados Unidos en primera fila, es que no me lo creo", expresó el cubano Marcel González.

En el Estadio Latinoamericano se vivió, más que un partido de béisbol, un momento de acercamiento único es las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, un proceso en el cual el béisbol tiene muchas entradas que aportar.

hgm

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