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La Rotonda de los Jaliscienses Ilustres es en estricto sentido un panteón administrado por el ayuntamiento de Guadalajara, pero en el que sólo pueden descansar los restos de las personas autorizadas por el Congreso del estado.

El monumento fue construido en 1952 bajo la administración del gobernador Jesús González Gallo y los primeros restos, los de Manuel López Coilla, fueron trasladados a este mausoleo en 1961.

La falta de un reglamento especial para este mausoleo provocó que en abril de 2015, cuando Hugo Barragán Hermosillo, sobrino de Luis Barragán, solicitó extraer una parte de las cenizas del arquitecto, la administración tapatía no supiera cómo actuar.

Para aprobar la solicitud se consultó tanto al Congreso del estado como a la Secretaría de Cultura, que prácticamente dejaron la decisión en manos de la administración municipal, encargada de su mantenimiento.

En opinión de la diputada Kehila Ku, presidenta de la Comisión de Cultura del Congreso, debe hacerse una revisión a la Ley de Beneméritos para clarificar y especificar a quién le corresponde intervenir en este tipo de procesos, pues el ayuntamiento tapatío actuó conforme se lo dictó su reglamento de panteones.

Actualmente, el monumento, que se encuentra entre el edificio del ayuntamiento y el Museo Regional, tiene buen estado, pues representa una de las atracciones turísticas del primer cuadro de la ciudad y punto de partida de los paseos en calandria.

En 2000, la educadora y humanista Irene Robledo se convirtió en la primera mujer en ser honrada con el nombramiento de “Jalisciense Ilustre” y sus restos fueron trasladados al monumento; 10 años después, la misma distinción fue otorgada a Rita Pérez Jiménez, insurgente en la guerra de Independencia y esposa del también insurgente Pedro Moreno.

Ellas dos son las únicas mujeres en este mausoleo.

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