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En Iztacalco, la Semana Santa no se acaba con el Domingo de Resurreción, sino el Martes de Pascua, que algunos llaman el Martes de las Amapolas.

Las tradiciones religiosas en torno al templo de San Matías tienen, en ese martes, una expresión que no sólo da cuenta de la religiosidad de los habitantes del barrio, sino de la cultura popular, donde se combinan la fiesta, la artesanía la música y la comida. No se oyen las campanas de la iglesia, en su lugar se aprecia una antigua matraca, hecha de madera, que con su manivela convoca a las ceremonias.

A lo largo de la Semana Santa tienen lugar las procesiones, rezos y lecturas. En ciertos detalles, estos barrios de la Ciudad de México aún conservan elementos propios vinculados a la tradición agrícola y a la herencia franciscana de la que proviene el templo y ex convento de San Matías, aunque la parroquia ya no concentra el mismo número de iglesias de otros años.

En el “Catálogo Nacional de Monumentos Históricos Inmuebles y Muebles de Iztacalco D.F.”, la investigadora Araceli Peralta Flores, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, describe que el curato de San Matías Iztacalco se constituyó en 1771 y que “la orden franciscana se encargó de evangelizar a los habitantes de Iztacalco, para ello se erigió un convento e iglesia bajo la advocación de San Matías, el cual fue habitado por dos religiosos ya que sólo había alrededor de 300 indígenas”. Agrega que entre los productos que destacaron en el lugar estaban el chícharo, el clavel, la azucena, la rosa de Castilla y la amapola.

Esa tradición floral dio origen a la fiesta del Martes de las Amapolas.

Mario Alberto Martínez, quien vive desde hace 35 años en esa delegación y que este año es coordinador de actividades litúrgicas de la Semana Santa, cuenta en entrevista que Iztacalco “es un pueblo que existe desde antes de la Gran Tenochtitlan. Somos pueblo porque tenemos barrios, a medida que los llamen colonias desaparece el concepto de pueblo.

“Sabemos por las crónicas que los franciscanos llegaron aquí un martes de Pascua. Dicen que cuando llegaron hacía muchísimo calor y que les dieron lo que era tradición aquí: el agua de chía, y algo parecido a horchata, pero no era porque la horchata es española. Ahí surge la tradición de festejar el Martes de Pascua y todas las posas.

“Había mucha amapola aquí antiguamente —comenta Martínez—, por la zona que era agrícola todas las posas que se presentaban estaban adornadas con amapolas. Las posas son altares que los fieles, sobre todo los mayordomos, construyen para que al terminar la Semana Santa el párroco y otros sacerdotes vayan visitando cada una con el Santísimo”.

A partir de las cinco de la tarde de cada Martes de Pascua, en el atrio de San Matías (a la altura de la calzada de La Viga y Santiago), tras el rezo del rosario, inicia el festejo en el que la gran parte de la comunidad se reúne y pasa a visitar las posas que se ubican dentro de portadas que encargan los mayordomos a artesanos.

Labor de generaciones. Mario Aguilar, quien es originario de Iztacalco, es uno de los creadores de esas portadas. Reconocido por trabajos que ha expuesto en muchos lugares de la ciudad y del país, como en el Museo de Arte Popular, Aguilar tiene 36 años y heredó de su abuelo la tradición de hacer
portadas.

Al tiempo que se prepara para la fiesta de la Pasión de Cristo, y para el Martes de Pascua, Aguilar traza con un gis en el piso el diseño de una portada, con lo cual muestra cómo inicia el trabajo que, según el material, les puede tomar desde cuatro días hasta un mes en su realización. Luego cuenta: “Somos nativos del barrio de la Asunción. Mi abuelo, que falleció hace 15 años, trabajaba en el mercado de La Merced con las flores. Cuando quitaron a los comerciantes ambulantes del Centro, el delegado lo dejó acomodar en un espacio de este mercado (en Iztacalco) para trabajar la artesanía de las portadas. Yo aprendí con él y fui innovando, siempre tratamos de hacer algo diferente y trabajo con los chavos.”

Aunque las primeras portadas que hizo con su abuelo fueron de flores, hoy Mario Aguilar las realiza con diferentes materiales, como plástico, fruta, chiles, jarritos de barro, dulces e incluso semilla, que es la más laboriosa. También utiliza objetos reciclados.

Ver esas portadas es uno de los mayores atractivos del Martes de Pascua. Al terminar el recorrido, entran los músicos y en torno de cada posa se escuchan mariachis. Luego, la tradición marca que se visite la casa de los mayordomos donde a los visitantes se le ofrece agua de chía y de horchata.

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