La escritora cubana Wendy Guerra, que acaba de publicar la novela "Domingo de Revolución", una suerte de autoficción sobre su Cuba imaginada, aseguró hoy sobre el futuro de su país que "para ser curadas, las heridas deben ser nombradas".

Guerra reveló que comenzó a escribir la novela tras la muerte de Gabriel García Márquez -a él está dedicado el libro- y la concluyó cuando los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y Estados Unidos, Barack Obama, anunciaron el deshielo en las relaciones diplomáticas entre sus países.

"Obama, afroamericano, pero también afrocubano al fin, ha llegado a la isla, nos ha encantado y ahora tenemos que buscar otro enemigo, que no sea cubano", añade Guerra, nacida en La Habana en 1970.

La escritora, que continúa viviendo en la isla, se considera afortunada al haber sido alumna del taller de guiones "Cómo contar un cuento" de García Márquez, en San Antonio de los Baños: "Gabo me regaló su literatura, como a todos, pero a mí también me regaló un viaje al mundo".

Su relación con Gabo o con Silvio Rodríguez fue "el único ensayo de democracia" que ella ha tenido en Cuba, confiesa la escritora.

Guerra cree que más allá de lo que publican los blogs o los periódicos locales, hay que preparar algo, buscar un lugar para conversar, "porque si no nos reunimos, no podemos plantear cómo debería ser nuestro país", asegura.

Consciente de que dentro de Cuba no les van a permitir hacerlo, Wendy Guerra escribe estos libros, que son "espacios para dialogar".

Durante la presentación de su libro en Barcelona (noreste de España), Guerra no se cansó de reclamar "diálogo y diálogo" y espera que, como se ha dicho en muchas ocasiones, "en el futuro, el exilio cubano y los cubanos de la isla estén condenados a entenderse".

La autora de "Todos se van", premio Bruguera 2006, cree que algo está cambiando en Cuba y apuntó que un posible punto de inflexión se produjo "en el momento en que (Leonardo) Padura se planteó por qué el asesino de Trotsky fue a vivir a Cuba".

Expresó su agradecimiento a las editoriales españolas y sus sucursales latinoamericanas, porque "están ayudando mucho a debatir lo que Cuba no deja debatir" y aseguró que "el valor de 'Domingo de Revolución' ha sido encontrar una voz poética para explicar cosas tan duras".

"Domingo de Revolución" (Anagrama) nació como un cuento, que llevaba por título "La espía" y que mandó a la escritora española Ana María Moix, quien la invitó a convertir aquel relato en una novela.

El punto de partida era "la creencia en la isla de que era un agente de la CIA, mientras que el exilio pensaba que estaba siendo adiestrada por la inteligencia cubana para dinamitar la intelectualidad en el exilio".

Guerra habla de su país desde la autoficción y juega con el lector a la confusión entre la autora y la protagonista de su novela, Cleo, una joven poeta residente en La Habana que tiene éxito internacional y que narra el final de un largo proceso revolucionario de casi sesenta años.

"Cleo pudo haber existido desde los años 60 hasta ahora; es una Juana de Arco contemporánea, es una heroína doméstica", resume Guerra, quien comparte con su personaje "un gran respeto por el exilio, porque nos duele", pero se aleja de su protagonista: "No soy ni heroína ni víctima, yo tengo mucho miedo".

De las dificultades que vive en su país, la que menos soporta es "no tener prensa que cuente la realidad" y cuando viaja por la promoción de sus novelas fuera siente a los periodistas españoles "como propios ante esa ausencia en casa".

Como buena poeta, recurre a una imagen lírica para describir su narrativa: "Es como cuando, pasado el verano, vuelves a una playa desierta llena de huellas y en la escritura trato de identificar esas huellas, saber a quién pertenecieron".

rqm

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