ana.pinon@eluniversal.com.mx

Pedro Juan Gutiérrez, dice, debió morir desde hace tiempo a causa de los excesos de una vida aventurera, dura, oscura; pero no fue así. Se salvó. Este año cumplió 65 años y la furia, de algún modo, ha ido quedando atrás.

Ahora, el escritor cubano, nacido en Matanzas, con residencia en Centro Habana, uno de los barrios más complejos de La Habana, y en España, está en otro momento de vida y de escritura. Reflejo de ello es su reciente novela Fabián y el caos (Anagrama, 2015). La anterior, Corazón mestizo, fue publicado en 2007 sin mucha suerte.

“Me han dicho que el primer capítulo no parece escrito por mí. Es como un prefacio que me ayudó a acomodar a los personajes. A partir del capítulo dos ya toma otro ritmo. A mí me encanta ser muy visual, no sé escribir de otra forma, podría ser más literario pero no es lo que me sale. Mi periodismo también era así, muy visual”, cuenta a EL UNIVERSAL.

A diferencia de la mayoría de sus libros ubicados durante la Cuba del periodo especial, esta novela está situada en la década de 1960. La revolución ha triunfado y dos muchachos, uno seductor y atlético, el otro asustadizo y homosexual, se hacen amigos. Con el tiempo, el primero se convertirá en un hedonista; el otro es músico y es encarcelado por su orientación sexual. El reencuentro de los amigos será el hilo de la novela.

“Todo lo que pasa ahí sucedió realmente, todo, lo que pasa en el primer capítulo sí sucedió. Está dedicado a Fabio Hernández, fue un gran amigo mío, lo quise mucho aunque siempre teníamos una bronca por algo, él era homosexual y yo un macho, le decía maricón, él se ofendía; días después nos volvíamos a ver y nos seguíamos queriendo mucho. Él tuvo una vida difícil y desde hace más de 20 años yo pensaba en escribir sobre él, pero no lo hacía porque consideré que estaría usando nuestra amistad”, cuenta.

Tiempo después, durante una estancia en Madrid, ciudad a la que considera su segunda casa por ser el sitio en donde lo mismo ha amado que perdido el control, como en La Habana, escuchó una historia sobre una mujer en tiempos del franquismo.

“Mi esposa, que es española, me describió olores, la penumbra de una casa, la historia de las tías. Entonces pensé que mi novela no empezaba en Matanzas, sino en Madrid. Me senté y empecé a escribir. Tuve la novela guardada más de 20 años en mi cabeza, cuando encontré la llave, me salió completa, la escribí como me gusta, en tres o cuatro meses. Cuando escribo una novela me pongo paranoico. Me pongo obsesivo porque una vez que la tengo, lo que quiero es salir de ella, deshacerme de ella. Ya no tomo ron, lo controlo bastante, pero sí que me tomo una cerveza”.

Y agrega: “Dejé de sentir que utilizaba la historia de Fabio porque aparecieron los estilos literarios, no es una biografía, es una novela. Cuando empecé a pensar más en esta historia fue en los años 90, mi padre acababa de morir en mis brazos, la madre de una de mis hijas falleció a los 32 años de un cáncer terrible, yo me estaba divorciando y mi mujer me quería dejar botado en la calle, el periodo especial apenas iniciaba. ¡Por Dios! Todo vino junto. Yo he sobrevivido gracias al alcohol y a la locura”.

El escritor ha sido acusado de todo: de machista, de homofóbico y de racista. También han dicho que su obra es erótica, política, sociológica, antropológica. Incluso tiene el mote de ser el Bukowski caribeño. Ninguna etiqueta le interesa. Su compensación, asegura, es cuando se encuentra en la calle de cualquier ciudad con un lector agradecido y fascinado por conocer, a través de su obra, el lado oscuro de una Cuba siempre excitante.

El escritor cubano se encuentra en México como parte del Hay Festival Ciudad de México, que inició ayer; además estará en conversación con el periodista Jon Lee Anderson el 25 de octubre a las 13 horas en el Centro Cultural Elena Garro.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses