Tiene 82 años, más de 60 como periodista y en su larga carrera no había visto nada igual. Una ciudad devastada con miles de muertos. El terremoto de la ciudad de México, de ese 19 de septiembre de 1985 lo sacudió como a muchos otros, como a los 8.5 millones de habitantes que en ese año residían en la capital, desde entonces, una de las más pobladas del planeta.

Aun con el paso de los años, 25 exactos, Jacobo Zabludovsky se conmueve al recordar algunos de los episodios de la tragedia, la que narró a través de un teléfono móvil instalado en su vehículo, en una época en la que prácticamente nadie contaba con uno como el suyo.

"La impresión fue pavorosa para mí", relata Zabludovsky. "Sin duda es la tragedia más grande que he visto sufrir a la ciudad de México, en la que nací y en la que he vivido 82 años".

Hilvana los recuerdos y se sumerge en el pasado para extraer los momentos más dramáticos de aquel episodio que cambió la faz de la ciudad de México y que marcó a sus pobladores.

"Entre los momentos más dramáticos ese día fue mi llegada a Televisa, porque todo el edificio de los noticieros se vino abajo. Yo sabía quiénes estaban ahí muertos bajo los escombros, eran mis compañeros". Entonces, marca una pausa para no ahogar la plática en un llanto franco.

Ojea en la mente algunos de los capítulos de aquella narración histórica del terremoto que sacudió la ciudad de México ese 19 de septiembre, justo a las 7:19 de la mañana. "Primero creí que no había pasado nada... pero me equivoqué". En efecto, al avanzar en su vehículo, cuenta, por Paseo de la Reforma se fue abriendo una realidad de la que no sospechaba.

Recuerda que, cuando llegó al cruce de Reforma e Insurgentes, se topó de frente con la tragedia. El hotel Hilton y una financiera se habían derrumbado. "Había turistas sobrevivientes que habían salido en paños menores del hotel en ruinas, envueltos en sábanas y en cobijas. Estaban azorados por lo que estaba ocurriendo".

Ahí comenzó todo. Explica que al mirar hacia el norte, hacia la Basílica de Guadalupe y avenida Juárez, observó que se levantaban enormes humaredas y nubes de polvo. En ese momento se percató que el retumbar de las sirenas de las ambulancias era parte de un ambiente caótico que ya dominaba esa mañana. La tragedia y la muerte era el huésped que se asentaba en las calles de la ciudad de México.

¿Qué fue lo que más le impresionó ese día?

Fue la destrucción de la ciudad, porque todos sus habitantes, sobre todo los que tenemos más de 80 años, pues hemos pasado y vivido otros temblores, como aquel en el que se cayó el Ángel de la Independencia. Eso me permitió comparar (en la narración de ese día) los daños causados por temblores anteriores con el que estaba viviendo esa mañana del 19 de septiembre. La verdad, no había nada comparable al de 1985.

¿Ya se dirigía al trabajo cuando azotó el temblor?

No, aún estaba en mi casa, disponiéndome a salir. Eran las 7:19 de la mañana cuando sentimos el temblor en mi casa. Ninguna de las estaciones de televisión estaba en el aire. Hablé de inmediato a la redacción y nadie respondió; entonces marqué a todos los teléfonos que tenía de Televisa y tampoco contestaban. Fue entonces cuando tuve la primera impresión de que algo grave había pasado. Me terminé de vestir y abordé mi coche. Tomé Paseo de la Reforma y al pasar por el Tláloc (que se ubica en el Museo Nacional de Antropología) creí que no había ningún problema (...) Más adelante observé que a toda la fachada de vidrio del edificio del Seguro Social tampoco le había pasado nada. Incluso un señor estaba haciendo jogging (ejercicio físico). El Ángel de la Independencia estaba sobre su columna. Pensé que el temblor no había causado los daños que pudieran suponerse por un movimiento de tal intensidad. Me di cuenta del drama sólo cuando observé que en el cruce de Reforma e Insurgentes, el hotel Hilton y una financiera se habían venido abajo.

¿Recuerda algún momento particularmente dramático?

Fue cuando en la avenida San Juan de Letrán, hoy Lázaro Cárdenas, capté toda la magnitud de la destrucción de mi ciudad, porque excepto la torre Latinoamericana, que impresionantemente quedó en pie siendo el edificio más alto de la ciudad de México, todo lo demás estaba en ruinas. En el lugar, entrevisté al dueño del café Súper Leche, quien se salvó; porque salía a hacer ejercicio. Salía a correr a Chapultepec y cuando regresó quiso entrar al edificio ya en ruinas de unos seis pisos, porque en el lugar vivían su madre, su hermana y otros familiares. Quería ir a rescatarlos, pero yo lo detuve. Poco después se acabó de derrumbar el edificio. Si hubiera entrado también estaría muerto. En el café que era de su propiedad murió mucha gente.

¿Cómo pudo hacer la transmisión de aquella crónica?

Fui el único que transmitió en ese momento, y lo pude hacer porque era el vicepresidente o director de todos los noticieros de Televisa, incluyendo los de radio, y el señor Emilio Azcárraga Milmo (dueño de la televisora), para que desempeñara mi labor me había dado como una herramienta de trabajo, un coche con teléfono. Era una gran novedad. Todavía no se inventaban o no llegaban los móviles o celulares a México. Asé es que gracias a eso es como pude transmitir hasta donde las ruinas de la ciudad permitían que yo, manejando el coche y narrando, pudiera recorrer las calles.

¿Dónde encontró mayores riesgos en esa cobertura?

En muchos lugares, pero por ejemplo, en la calle de Vallarta estaban tan inclinados los edificios que, poco después, se cayeron solos. En algunas calles la policía no me permitió entrar y en otros los escombros no me permitían llegar. No pude llegar hasta el hotel Regis, al que vi totalmente destruido, toda esa manzana donde alguna vez estuvo el periódico El Nacional, la tienda Salinas y Rocha, y el café; Regis. Todo se había caído. La impresión fue pavorosa para mí y sin duda, es la tragedia más grande que he visto sufrir a la ciudad de México, en la que nací y en la que he vivido 82 años (y la voz se le entrecorta con la emoción).

¿Con cuál panorama se encontró ese día?

Cuando la gente me veía pasar mientras transmitía, se acercaba a mí para decirme: "oiga, se cayó un edificio en tal parte, se cayó otro en San Cosme, alrededor del monumento a la Revolución, en la colonia Roma". Todo ese panorama de tragedia era contagioso y me envolvió. Traté de mantener una transmisión que no ocultara la realidad, pero que tampoco fuera a pasarse y convertirse en amarillista y causara alarma. Creo que dentro de la tristeza que me embargaba, mantuve esa postura.

Yo fui el primero que dijo que estábamos en presencia de la más grande tragedia que había sufrido la ciudad de México desde su fundación, y quien habó de la solidaridad de los vecinos, un fenómeno insólito e inesperado en México. Miles de voluntarios salían a ayudar con el riesgo de perder la vida, de que se derrumbara lo que quedaba de un edificio. Cargaban sobre sus espaldas los tanques de gas para que no estallaran, y era una demostración de humanismo y comprensión de la tragedia ajena esa mañana, hace 25 años.

¿Esta fue la cobertura más importante en su larga experiencia periodística?

No tengo la menor duda de que es lo más importante que he hecho, por dos razones, primero, porque es la narración de la tragedia más grande que ha sufrido una de las ciudades más pobladas del mundo, que es la de México, la más grande tragedia de su historia. Segundo, porque fui el único, aunque en ese momento no lo sabía, que estaba dando un testimonio de lo que pasó desde los primeros momentos que siguieron al terremoto. Es un testimonio que ahí queda, único e histórico. Estoy seguro que es lo más importante que he hecho en mi vida periodística.

¿A 25 años de distancia, cuál es la reflexión que haría sobre este acontecimiento?

Que aprendimos del terremoto varias cosas, una técnica, que consiste en construir en la ciudad de México de una manera que permita sobrevivir a los temblores más intensos. Un terremoto similar en estos días probablemente causaría muchos menos daños. Y el segundo aspecto es humano, y se dio con la salida espontánea de gente de todos los niveles económicos y sociales para ayudar al vecino. No hubo saqueos ni rapiña. Incluso, en algunas colonias las señoras colocaron mesas en las calles para dar agua a quien la pedía, y en otras, hicieron tacos y tortas para repartir gratuitamente a quien necesitaba algo de aliento. Creo que esas son las lecciones que nos dio el terremoto.

¿Hay un México antes y uno después del 85?

Yo creo que sí porque se demostró que no dominaba el sentimiento de indiferencia en los habitantes de la ciudad de México. En este caso de emergencia ni la indiferencia ni la hostilidad existieron. Surgió todo un movimiento popular que nadie alentó y que permitió salvar muchas vidas y rescatar a mucha gente a tiempo.

rqm

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