"Las hermanas Macaluso" de la compañía Sud Costa Occidental es una celebración a la vida y a la muerte. Una declaración de amor a la familia. Un homenaje a la hermandad. Un retrato de la miseria humana. Un recordatorio de la mortalidad. Un aviso sobre la fugacidad de la existencia. Es, en suma, una obra de teatro bella y trágica, como todo en la vida.

Escrita y dirigida por Emma Dante, "Las hermanas Macaluso" se presentó en el Teatro Cervantes, en el marco de la 44 edición del Festival Internacional Cervantino. Cuenta la historia de un funeral. Punto de encuentro para una familia. Todos se reúnen. Los vivos y los muertos. Un rito mortuorio que abre la puerta a los recuerdos infantiles, que saca del baúl los secretos y libera los demonios de las culpas y los rencores.

Una mujer aparece en escena, baila, feliz, una danza por la vida. Gira y gira, eleva sus brazos y sus piernas, se convierte en una ave de negro plumaje . Detrás de ella, una familia entera, de luto, irrumpe en su danza con una marcha funeraria y se desplazan  sobre el escenario: un espacio vacío y oscuro en el que no habrá más que teatro y vida, actuación y danza.

Cinco miembros de esa familia, los Macaluso, emprenden una batalla entre ellos, mientras el resto, todas mujeres, siguen con su andar. De pronto, sólo ellas quedan. Se despojan del negro de las ropas. Ríen a carcajadas, silban, bailan, juegan entre ellas, se gastan bromas. Son ellas, las siete hermanas que han viajado a otro tiempo, el de la infancia, un tiempo en el que todo era felicidad y juego, un tiempo en el que todo, así, sin más, se jodió.

Las familias, todas, tienen en sus archivos un capítulo que se convirtió en el partaguas, en el fin de la inocencia y el inicio de la suma de resentimientos y culpas. Las actrices construyen en apenas 15 minutos a siete mujeres distintas, todas entrañables, todas como nosotros, como nuestros hermanos. Así de poderosa es la obra de esta compañía italiana fundada por Emma Duante en 1999 y que, desde entonces, se ha convertido en unas las más reconocidas directoras de teatro en su país.

Las hermanas Macaluso siguen riendo y jugando como cotorras, con carcajadas simples e historias de una niñez que no existe más, con recuerdos del padre y de ese viaje a la playa. Ahí están en la arena, en el mar, jugando a respirar dentro del agua. Un juego que va demasiado lejos y provoca la muerte de una de ellas.

La tensión no se irá jamás. El ritmo es aun más vertiginoso y estremecedor. La muerte y la vida están frente a frente y se enfrentan a un duelo en el que todos, sin saberlo, siempre estamos. Una hermana es señalada por el resto como la responsable y enviada a un internado. Desde el destierro se llena de rencor. Reclama abandono y reparte culpas, hiere a las demás con lo único que tiene: la verdad sobre todas.  Y es que, qué más puede sentirse como un golpe casi mortal que la verdad dicha por aquél que nos ama, como un hermano.

Poco a poco los muertos reaparecerán. El padre vendrá a contar que hubo historias de las que nunca se enteraron, como aquella en la que tuvo que padecer humillaciones en nombre del bienestar familiar. La madre dará el último abrazo furtivo a su esposo y se unirán en una danza interminable.

"Las hermanas Macaluso" orilla a reflexionar sobre la finitud, sobre las responsabilidad de nuestros actos, las decisiones que tomamos, las cosas que dejamos de hacer porque sí, porque no se tuvo el valor de seguir el camino deseado; es una obra que invita a preguntarnos quiénes somos para juzgar a nuestros padres, a nuestros hermanos. A anhelar, incluso, que después de la muerte haya un mundo en el que sea posible fundirse en un abrazo con el ser que se amó.

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