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El periodismo cultural se ha dedicado a lo largo de su historia al registro, análisis, reflexión y crítica sobre las manifestaciones intelectuales y artísticas; no ha sido ajeno a las políticas culturales ni al devenir de la sociedad. Durante el siglo XX surgieron innumerables publicaciones dedicadas a esta especialización del periodismo, muchas de ellas se mantienen al día de hoy. Actualmente, con las plataformas digitales, el auge de las redes sociales y la gama de posibilidades que ofrecen los recursos multimedia, los periodistas han tenido que adaptarse al ritmo vertiginoso que supone la era digital.

Los equipos de trabajo han aumentado y han permitido coberturas en tiempo real a través de diversos lenguajes que van del uso de redes sociales a transmisiones en vivo en distintas plataformas. Sobre un mismo tema se puede generar un importante flujo de información para los lectores y los consumidores digitales; mientras que muchos reporteros han tenido que diversificar sus métodos para alimentar todos los espacios de sus medios.

En este escenario muchos errores se han cometido y muchos son también los desafíos. En ello coinciden los periodistas culturales José Luis Martínez, director del suplemento cultural Laberinto; Juan Carlos Valdés, editor de Cultura del IMER; Miguel de la Cruz, reportero de Canal Once; y el periodista Humberto Musacchio, autor del libro Historia del periodismo cultural y columnista del periódico Excélsior.

De acuerdo con José Luis Martínez, el periodismo cultural no puede sustraerse a los cambios impuestos por la tecnología y, menos aún, a los que provienen de una sociedad cada vez más enterada y activa.

“No puede encerrarse en la legendaria torre de marfil, debe ocuparse de otras expresiones que amplían el universo de la cultura, en las que se incluyen la cultura popular y las propuestas que rompen los esquemas tradicionales del arte a través del performance y del arte conceptual. También debe atender la política cultural y los acontecimientos que nos afectan como sociedad y permean el ámbito de la creación: el narcotráfico, la corrupción y los feminicidios, por ejemplo, son abordados desde la novela, la música, el cine, el performance, etc.”, dice.

Además, para el periodista que desde 1979 ha centrado su quehacer en el ámbito cultural, los medios digitales se han apoderado de la noticia.

“Son un vehículo raudo y poderoso, ineludible en un mundo globalizado. Sin embargo, en todos los medios ‘tradicionales o digitales’, el análisis, la reflexión, la crítica, continúan presentes y ocupan un espacio significativo. En la actualidad, el reto es cómo aprovechar cada vez de mejor manera los recursos que nos ofrece la tecnología sin renunciar a la información veraz y a una escritura pulcra y sencilla que capture la atención de los lectores”, sostiene.

Musacchio apunta una debilidad del oficio: el aumento de reporteros poco preparados para ejercer en una especialidad que exige “inteligencia y sensibilidad”, pero que han encontrado espacios en las plataformas digitales, multiplicando una oferta poco profesional.

“Las secciones culturales habían sido elaboradas por intelectuales o aspirantes, pero en los años 80, con la masificación de la formación universitaria, los jóvenes desplazaron a los especialistas. Hubo un empobrecimiento y pasaron a ser meramente informativas, pero poco a poco se ha ido levantando y ha mejorado sustancialmente”, dice Musacchio.

Lo digital, agrega, debe concentrarse en proteger el rigor. “Hemos entrado a una zona incierta, pero estamos lejos de la desaparición de los impresos y las publicaciones digitales todavía no tienen los anunciantes que quisieran. The New York Times publicó una gráfica sobre la caída de lectores de impresos. En 2011 en Japón —el país más lector de periódicos en el mundo—, la venta de diarios por cada 100 personas era de 34 ejemplares, en 2016 bajó a 30 y se estima que en 2020 será de 20; en Estados Unidos se pasó de 12 a 10 en este año y apenas tendrá seis en 2020; en Australia el desplome también es abrumador y se calcula que en 14 años sólo una de cada 100 personas comprará un diario. Esto responde, entre otras razones, a la irrupción masiva de laptop y teléfonos inteligentes”, dice.

Sin embargo, añade que el periodismo cultural es cíclico. “Tiene grandes momentos y grandes caídas y ha ocurrido porque antes no se consideraba que fuera negocio, no habí a anunciantes. Esto cambió hace 20 años, ahora hay anunciantes con planas completas; por eso le auguro un buen futuro. ¿Será mejor que en el pasado? No lo sé”.

Juan Carlos Valdés reconoce que la era digital tomó por sorpresa a los profesionales. “Tuvimos que ir dando pasos sobre la marcha, con aciertos y errores, con optimismo y escepticismo. Creo que finalmente llegamos al punto de tener más control, de reconocer a las fuentes en la Internet, de trabajar con los cambios, pero el renglón que nos falta tiene que ver con cómo vamos a usar las redes sociales para ofrecer nuestra información”, explica.

Coberturas como la muerte del escritor Gabriel García Márquez o de Juan Gabriel, que han sido dos de los eventos de repercusión masiva a nivel nacional e internacional, han obligado a reconocer la exigencia de actualizar y fortalecer el uso de las nuevas tecnologías en el ámbito periodístico.

“Hemos pasado de un monólogo a una comunicación cada vez más significativa con lectores y escuchas. Esta retroalimentación nos ha permitido darnos cuenta de que hay más público del que creemos y que no sólo acceden a nuestra información a través de nuestro medio tradicional, también a través de otras vías, como las redes sociales. El gran reto es no perder de vista el medio, pero aprovechar lo que tenemos a nuestro alcance”, dice Valdés.

En este sentido, José Luis Martínez añade: “Vivimos un tiempo de desafíos inimaginables hace apenas algunas décadas, con recursos tecnológicos que facilitan y al mismo tiempo complican nuestro trabajo, con una sociedad dinámica y una apertura que reclama un periodismo cultural más crítico y plural”.

Para Miguel de la Cruz, reportero con más de 25 años de experiencia en la televisión cultural, los tiempos modernos le exigen a los reporteros más compromiso con los nuevos lenguajes.

“No todos los que hacemos periodismo cultural le han entrado, por ejemplo, a las redes sociales, ¿cuántos realmente han explorado su presencia en la red? Todos tienen Facebook, pero eso no significa que le den uso profesional, me parece que más bien se han limitado a un uso amistoso”.

Para De la Cruz, quien tiene una página web con su nombre, los profesionales están “casi ausentes” de las redes sociales y de la web en general. “Casi no hay profesionales metidos en una página o un canal o una estación de radio por Internet, la mayoría se ha quedado con el medio para el que labora, el gran reto es cruzar la frontera. También hay confusiones en el concepto de lo que es cultura. Cuando salimos a ejercer nuestro trabajo, sobre qué lo hacemos: ¿sobre un concepto, un producto de un concepto o sobre un proceso mismo? Hay que hacernos preguntas básicas porque desde hace años existe el consenso de que la cultura no es sinónimo de las Bellas Artes, pero para los medios es todo lo contrario”, dice.

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