El talento artístico de Juan Rulfo estuvo puesto en la fotografía antes que en la literatura. “Las primeras muestras que tenemos de su actividad artística no están en la literatura sino en la fotografía. Es un fotógrafo muy temprano”, afirma  Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo y quien es uno de los cinco autores del libro En los ferrocarriles, que congrega 62 fotografías capturadas por Rulfo sobre los ferrocarriles y sus alrededores.

El volumen que contiene el registro de la vida en las estaciones de Nonoalco, Tlatelolco, Peralvillo, Tacuba y Tlatilco, así como la cotidianidad que las circundaba, refrenda la certeza de que para Juan Rulfo la fotografía fue un arte paralelo a la escritura. “Rulfo emprende desde muy joven un proyecto como escritor y un proyecto como fotógrafo, eso es muy importante porque existe la idea errónea pero generalizada de que Rulfo es un escritor que se dedica a la fotografía en sus momentos libres. Eso se ha repetido tanto y lo malo de las repeticiones es que terminan adquiriendo categoría de verdad por repertirse, pero si uno repite mil veces que dos  más dos son cinco eso sigue siendo erróneo”, dice Víctor Jiménez.

La colección ferrocarrilera de Rulfo consta de unas 140 imágenes en general, que incluye los distintos materiales que hizo en los patios de Nonoalco Tlateolco y las demás estaciones; así como los trabajos de foto fija que hizo con cineastas como Roberto Gavaldón. Aparte están las imágenes, que Jiménez dice que es una cantidad grande, que Rulfo hizo en Tlaxcala en noviembre y diciembre de 1955.

En los ferrocarriles hay cerca de una treintena de imágenes inéditas, pero también hay algunas muy conocidas, como la del niño que carga un bote y una cajón de bolero, que está esperando a que un grupo de señoras terminen de cargar agua para ir ha hacer lo mismo en una locomotora.

En el libro están las dos maneras en que Rulfo trabajó la fotografía: creando su propio portafolios con materiales que trataba de colocar en medios impresos; la otra manera fue buscar un trabajo donde le encargaran fotografías. “Al aparecer, en el 55, cuando publica Pedro Páramo, Rulfo firma un contrato para trabajar en algo que se llamó Comisión del Papaloapan, y allí trabaja como fotógrafo, está a cargo de una revista que nunca llegó a aparecer pero conservamos los índices que hizo, que informaría sobre las actividades de esta Comisión del Papaloapan que estaba organizando la construcción de una presa en los límites de Oaxaca y Veracruz, entonces tiene una intensa actividad como fotógrafo en esos años, en el año 55 y 56”, afirma Jiménez.

Asegura que esa actividad de fotógrafo no es para su  tiempo libre ni un pasatiempo, es una actividad enmarcada en un entorno profesional, de la que ha quedado también constancia en otro libro: Libro Oaxaca que congrega 50 fotos de la Comisión del Papaloapan, que también ha  publicado RM, es una de las editoriales de En los ferrocarriles, junto con la UNAM, a través de la Dirección de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, la Coordinación de Humanidades, Filológicas, Difusión Cultural y el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, entre otras instancias.

Los ferrocarriles y el cine.  En el mismo 1955, entre noviembre y diciembre, Juan Rulfo trabajó con Roberto Gavaldón en la película La escondida. Asegura Jiménez que curiosamente allí no entra el Rulfo escritor, como sí lo hizo en otras cintas, sino el Rulfo fotógrafo, pues esa película tiene como tema muy importante el ferrocarril. El personaje de María Félix huye en el ferrocarril y después muere allí mismo.

“Por ello es que en el libro las primeras cinco fotos son  de esa   filmación, las del tema ferrocarrilero. Gavaldón mismo había hecho una película en los 40 que se llama Bajo la sombra del puente y el puente es el de Tlatelolco-Nonoalco, un drama típico de la época que tiene como escenario los patios del ferrocarril de Nonoalco. Las zonas del ferrocarril ya había sido objeto de atención de los cineastas; quizás es por eso que Ferrocarriles Nacionales, a principios del 56, busca a Gavaldón para que haga un documental que tiene que ver con el estado que tenía la zona de ferrocarriles de Nonoalco-Tlatelolco y aquello que los iba a reemplazar que es la terminal del Valle de México. El resultado fue el documental Terminal del Valle de México, donde

Rulfo desempeña un papel similar al que había desempeñado en La Escondida, de hacer fotografías mientras Gavaldón hacía el documental”, agrega Víctor Jiménez.

Ese paralelo entre el documental y la fotografía de Rulfo habla de “este fotógrafo que se profesionaliza en el contexto de la filmación de una película”. Otra de los filmes en los que colabora Rulfo como fotógrafo es en El despojo” en 1959, donde es el autor de la historia pero igualmente toma fotografías del proceso de filmación.

Esa relación de Rulfo con el cine está siendo objeto de un proyecto editorial que apoya la Fundación Juan Rulfo y que saldrá en unos meses, prácticamente enmarcado por el Centenario del Nacimiento del escritor, y  la celebración de los 60 años de  Pedro Páramo, que se cumple este año.

La selección de las fotografías incluidas en En los ferrocarriles estuvo a cargo de Ramón Reverté y Paulina Millán, con la participación  de Alejandro Suárez Pereyón, éstos dos últimos, junto con Raquel Tibol, Alberto Vital, Manuel Perló Cohen y Víctor Jiménez, escribieron los textos que abren esta edición de lujo de la que se tiraron 4 mil ejemplares y circula en librerías a un costo cercano a los mil pesos.

Buena parte de las imágenes seleccionadas originalmente formaron parte de la exposición Nonoalco y sus alrededores, en el marco del coloquio organizado dentro de la Cátedra Juan Rulfo en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, en 2013. Allí nació la idea de editar el libro.

Artista de la lente. El director de la Fundación que resguarda el legado del autor de Pedro Páramo y El llano en llamas, Víctor Jiménez, refrenda su dicho de que Rulfo era fotógrafo a la par que escritor, con pruebas. En su biblioteca Rulfo reunió alrededor de 700 volúmenes de libros de fotografía, una cifra muy alta para la época, donde hay libros adquiridos en los años 30; allí también hay una gran cantidad de libros de pintura y artes plásticas “que hablan también de una intención de crearse una cultura visual”, dice.

Jiménez dice que “ese tipo de inquietud de Rulfo, no por desconocida, es inexistente. Es decir, hay una clara tendencia para quienes conocemos su biblioteca de crearse una cultura visual muy rica, visual general primero incluyendo pintura, pero también fotográfica muy fuerte. También tenemos testimonios, lo que él mismo me dijo, de que pensó hacer libros sobre regiones de México, ilustrados con sus fotografías, pero la labor editorial en su época no era tan intensa como lo es hoy, por eso muchos proyectos no llegaron a buen fin; igualmente quedan testimonios en las cartas que le dirige a su novia y después esposa, que están editadas en Cartas a Clara, en alguna de esas cartas le dice que está ‘buscando vender fotos’, como hace cualquier fotógrafo profesional en cualquier lugar del mundo y en cualquier época; quieren vivir de su trabajo”.

Víctor Jiménez dice que lo más importante “es que estamos explorando y apenas estamos a mitad del camino, no hemos terminado la relación del Rulfo fotógrafo con el cine, sabemos la relación más o menos de Rulfo escritor con el cine, a veces simplemente autoriza que sus textos ya publicados se lleven a la pantalla, pero fue asesor, le daban guiones para que los evaluara y si tenían calidad, hay un montón de cosas que también son poco conocidas todavía. Pero lo que era menos conocido que nada era esta relación del fotógrafo Rulfo con el cine y este libro es una muy buena muestra de cuál es la relación de Rulfo como fotógrafo con un proyecto cinematográfico”, dice Jiménez.

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