Lidya Romero, bailarina, coreógrafa, maestra y promotora de danza, celebrará 40 años de vida profesional presentando su nueva creación, Escaparates, en el Palacio de Bellas Artes el 6 de agosto a las 20:00 horas.

La obra convoca una selección de pasajes emblemáticos de la producción coreográfica de la creadora que son reconstruidos en colaboración por colegas coreógrafos e intérprete de diversas generaciones para mostrar un espectro amplio y diverso de la interpretación junto con jóvenes recién egresados de la Academia de la Danza Mexicana, de la que es directora.

A lo largo de 40 años, la compañía El Cuerpo Mutable/ teatro de movimiento, fundada por Romero en 1982, se ha caracterizado por tomar riesgos en todas sus propuestas estéticas.

Romero, creadora de más de 50 obras coreográficas de diferentes formatos y quien ha desempeñado cargos importantes dentro de la danza como jefa de Danza de la UNAM y coordinadora Nacional de Danza del INBA, habla de su carrera, de su reciente creación, de la importancia de las becas para el gremio y de la docencia, uno de sus intereses más importantes.

¿Cómo será el festejo?

Mi carrera y mi vida profesional iniciaron en el Palacio de Bellas Artes, con el Ballet Nacional de México en 1975, con una obra de Guillermina Bravo que se llama Interacción y recomienzo con música de Mahler. Estoy aprovechando esa circunstancia histórica para hacer un homenaje al oficio del intérprete de danza, por eso he convocado a un elenco muy vasto y diverso tanto en experiencia como en edad. Lo que me parece interesante es ver cómo se van desarrollando las herramientas y los instrumentos del intérprete a lo largo de una carrera que no concluye, en la danza siempre estás evolucionando.

¿El intérprete experimentado es el personaje central de esta obra?

La obra es una reflexión sobre el movimiento, sobre la sabiduría, sobre las tablas que va adquiriendo el intérprete en el desempeño de su oficio. En este ejercicio de intercambio de experiencias están convocados Cora Flores, Miguel Ángel Díaz, Claudia Vázquez del Mercado y Rocío Flores, entre otros, así como jóvenes recién salidos de las licenciaturas para que el escaparate sea también una plataforma donde se intercambien los conocimientos con el pretexto de la creación de una obra.

¿Por qué se llama Escaparates?

Porque estamos exponiendo nuestros mejores atuendos, instrumentos, herramientas, lo más afinado con lo que contamos, y lo estamos poniendo al servicio y desarrollo del intérprete.

¿La docencia le permite vislumbrar más su propia evolución?

Por supuesto porque en las diferentes facetas no puedo separar la experiencia personal. Estar tan cerca de la educación, pensar en los planes de estudio, en cómo es el aprendizaje y la enseñanza, estar cerca de las tendencias pedagógicas te dan una perspectiva más amplia. Además, recientemente obtuve la licenciatura, ahora estoy pensando en seguir avanzando no sólo para obtener más títulos sino también porque el conocimiento brinda una amplitud de criterio y enriquece las facetas de la actividad profesional. Es un tejido complejo, la creación se nutre de la docencia e incluso de la gestión cultural y administrativa.

El maestro Luis Fandiño dice que los jóvenes tienen prisa por salir a los escenarios, pero necesitan algo más que técnica.

Claro, también hay que tener algo qué decir y tener todas las herramientas para no ser un improvisado. La técnica te brinda conceptos profundos de movimiento y de espacio, pero es verdad que la técnica no es sólo una conjugación de pasos, tiene todo un bagaje de conceptos. Las herramientas sólo sirven si tienes algo qué decir, pero ¿cómo enseñas eso a un alumno? Un intérprete tiene que desarrollar mucho la parte humana.

Se ha dicho que su obra está asociada a la ruptura y a la transgresión. ¿Está de acuerdo?

Si trato de separarme de mi obra es posible que encuentre que sí hay algo de eso, pero no es porque tenga un coflicto con la figura de autoridad —o no lo sé—. Lo que creo es que el arte tiene la virtud de cuestionar la realidad, y es capaz de proponer alternativas, entelequias.

¿Con los años se disminuye la voluntad de transgredir?

No lo creo. Esa energía, esa pulsión es original en el humano y, en este caso, en mi obra. Aunque Escaparates pretende abordar un aspecto más frívolo, donde la moda, los modelos, son los personajes. Podría ser un deleite de lo bello, pero tiene un revés. En la parte oculta hay una reflexión sobre la apariencia, sobre lo que está en permanente cambio y no hay verdades absolutas. Me interesa la idea de lo bello, exaltar la gracia, pero también el deseo de poseer. Todo esto me parece que tiene que ver con la creación.

¿El bailarín es un creador?

Absolutamente. El coreógrafo convoca, interpreta las ideas, las descifra, les da cuerpo. Un bailarín no es el que repite los pasos que le indican.

Conoce el mundo de la danza desde todas sus facetas. ¿El gremio se ha transformado?

Sí, la relación con las instituciones ha cambiado. Hay un antes y un después del Fonca. Con las instituciones hemos construido lo que tenemos ahora. En este sentido hay una evolución positiva y, como todo lo humano, perfectible. ¿Se seguirá transformando? Necesariamente. Antes sólo había tres compañías subsidiadas, eso cambió; ahora está México en escena, el Sistema Nacional de Creadores, que es como el subsidio de hace 40 años.

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