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Atrapado por una suerte de demencia, Miguel de Cervantes llama en su agonía a su hijo, don Quijote, para que le acompañe en el último tramo del largo y espinoso camino que lleva a la muerte.
Tumbado en la cama, con una mirada vidriosa y turbia como la que siempre acompañó a su personaje, el universal escritor alcalaíno grita y se revuelve hasta que Sidi Ahmed, el autor del manuscrito que Cervantes dice transcribir en el prólogo, le saca de su lunática ensoñación.
Este el punto de partida en el que el actor y director de teatro madrileño Marco Magoa basa La soledad de Cervantes, una original e intimista interpretación de la obra cumbre de la novelística mundial representada hoy en Túnez dentro de una nueva edición del "Festival de Cartago".
"Es un proyecto muy tierno, la verdad, porque es en este caso un actor árabe, tunecino, y un actor español, en este caso yo, y sería contar la vida de los últimos días de Cervantes", explica Magoa sobre el propio escenario.
"Es a través de esta lectura (conjunta de El Quijote) que tanto Sidi Ahmed como Cervantes acaban perdiendo la identidad para unificarse, que es un poco el mensaje del montaje. Es aunar estas culturas, el mundo árabe, España, que en este caso tenemos tanto en común, somos hermanos", detalla.
Versátil en un escenario casi desnudo, Magoa mezcla lenguas y diálogos con el veterano actor tunecino Bechir Ghariani, miembro de la compañía de teatro nacional, con el que apenas ha tenido cinco días para ensayar un texto escrito por sí mismo.
Un corto espacio de tiempo que apenas se refleja en las tablas, donde ambos actores gozan de una extraña complicidad que hace que sus monólogos alternados, en árabe y español, fluyan suaves, sin estridencias.
"Una de las cosas bonitas del proyecto, que ha sido difícil, es que lo hemos hecho en cinco días. Yo escribí el texto, que son cinco escenas, dos de El Quijote y tres de dramaturgia, para unir esta historia, y ha sido difícil", señala.
"Pero como el mensaje que yo le decía a los tunecinos, el intento a través de la cultura de pensar que no hay nada imposible, sobre todo ahora que parece que el mundo es incapaz de entenderse, de verse en el otro, pues tenemos que trabajar juntos, porque tenemos mucho en común", añade.
Una idea que Magoa, que vivió durante cinco años en El Cairo y aprendió árabe, pretende llevar a otros rincones de Túnez, donde simultaneará la puesta en escena de la obra con talleres a alumnos tunecinos.
Y que tiene como objetivo mostrar que Cervantes no solo buscaba criticar la sociedad en la que vivió, parodiar los libros de Caballería o perseguir la fama como autor, sino que también fue un defensor de la integración y el diálogo intercultural, en necesario en estos días.
"Como Cervantes y Sidi Ahmed, que acaban olvidándose de quiénes son para ser Quijote, que es un soñador, que va por el mundo para salvar el mundo, y bueno, tenemos que ser optimistas con todo esto, en este mundo loco que nos ha tocado vivir", concluye Magoa.
nrv
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