Madrid. Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) recibió ayer del rey Felipe VI el Premio Cervantes, en un acto en la Universidad de Alcalá de Henares, donde hace más de 450 años nació el autor del Quijote. Llegó unos minutos antes y aseguró estar “nada emocionado”. Y a sus 84 años, al verse rodeado de periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión, reconoció sentirse “como Luis Bárcenas (ex tesorero del Partido Popular, acusado de corrupción) entrando al juzgado”. En lugar del tradicional chaqué, rompió el protocolo vistiendo un saco de lana, una camisa, un pantalón y una corbata “de hace más de 35 años”.

Después de recibir el premio Cervantes, el más prestigioso de las letras españolas y dotado con 125 mil euros, el autor de Señas de identidad leyó su discurso “A la llana y sin rodeos”. El más breve en la historia del galardón que han obtenido entre otros escritores mexicanos Carlos Fuentes, Octavio Paz, José Emilio Pacheco y Elena Poniatowska, pero también el más contundente y reivindicativo y en el que no se olvidó de nadie.

El autor comenzó al hablar de los dos tipos de escritores que existen: quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción. Los primeros aspiran a triunfar, los segundos no. “Llamaré a los del primer apartado, literatos y a los del segundo, escritores a secas o más modestamente incurables aprendices de escribidor”, como se definió.

Dijo que “la verdadera obra de arte no tiene prisas: puede dormir durante décadas como La Regenta o durante siglos como La lozana andaluza”. Entonces recordó a Cervantes para decir que “quienes adensaron el silencio en torno a nuestro primer escritor y lo condenaron al anonimato en el que vivía hasta la publicación del Quijote, no podían imaginar siquiera que la fuerza genésica de su novela le sobreviviría y alcanzaría una dimensión sin fronteras ni épocas”.

Intelectual incómodo, comprometido y heterodoxo, reconoció la sensación agridulce que le producía el hecho de ser premiado: “Ser objeto de halagos por la institución literaria me lleva a dudar de mí mismo, ser persona non grata a ojos de ella me reconforta en mi conducta y labor”, dijo, para definirse a continuación, al igual que Carlos Fuentes, “de nacionalidad cervantina”. “Mi instintiva reserva a los nacionalismos de toda índole me ha llevado a abrazar la identidad cervantina”. En este sentido explicó que cervantear “es aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo bacía”.

Sin mencionarla, habló de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, a quien sin citar criticó por “empecinarse en desenterrar los pobres huesos de Cervantes y comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China”. Se preguntó si no hubiera sido mejor “sacar a la luz los episodios oscuros de su vida tras su rescate laborioso de Argel. ¿Cuántos lectores del Quijote conocen las estrecheces y miseria que padeció, su denegada solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la cárcel sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del Rastro de Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año de la primera parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?”.

Del mundo que vivimos lamentó que está aquejado “de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes, donde más de 20% de los niños de nuestra Marca España viven bajo el umbral de la pobreza”. También del drama de la inmigración y de los inmigrantes “cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad”; y de los que son desahuciados. Y se imaginó a Don Quijote a lomos de su caballo “deshaciendo entuertos, socorriendo a los miserables”. Explicó que las razones para indignarse “son múltiples” y recordó a Cervantes al afirmar que “los contaminados por nuestro primer escritor, no nos resignamos a la injusticia”.

El rey Felipe VI, que por primera vez acudía como monarca, lo definió como un “hombre de mestizaje”, y de su “deslumbrante” obra señaló que “nos interpelará, nos ayudará a replantearnos visiones e ideas establecidas y consolidadas, y nos impulsará a reflexionar sobre nuestro presente y pasado, para así quizás afrontar mejor el futuro”.

En su intervención, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, realizó un repaso por la vida de Juan Goytisolo.

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