No se trata de qué se dice, ni siquiera del cómo.

Si es percibido por él o por ella como algo desagradable o inapropiado, un piropo puede convertirse en una forma de agresión con consecuencias emocionales como el miedo, la ansiedad o el enojo; así coinciden psicólogos.

Según los expertos, existe la presunción cultural de que hay un arte en halagar las cualidades estéticas de las personas. Y hasta pareciera que está en el ADN de muchos pasarse el tiempo haciendo cumplidos a los demás por sus atributos.

De hecho, el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua en Internet define al piropo como: “Dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer”.

Lo que ocurre es que los halagos se han ido degenerando en expresiones mucho menos amables y elegantes y bastante más soeces y hasta groseras.

“Es que no me interesa que me digan nada. ¿No entienden que se siente uno feo, como un pedazo de carne? Me siento vulnerable y me da miedo. Yo, de hecho, ni salgo a cierta hora ni camino por la calle sola porque me produce mucha ansiedad. Es molesto”, relató Andrea, joven josefina de 27 años, cuyo apellido prefirió no revelar.

Por su parte, Melissa, de 22 años, muestra mayor apertura, pero entiende el malestar que el tema puede causar.

“A mí me vale. No me molesta tanto; a veces hasta me hacen reír si son bonitos. Pero puedo entender que es cansado recibir comentarios que uno no ha pedido y que hasta lo asustan a uno así en media calle”, sostuvo.

Cuestión personal

La autoestima de quien lo recibe y la intención de quien lo emite desempeñan un papel vital a la hora de ponderar el efecto de un piropo.

Los especialistas señalan que percibir un piropo como un halago o un insulto vulgar depende de la personalidad, la educación y, por supuesto, de las experiencias previas de cada quien.

Según la psicóloga clínica Ana Yendry Morales, el malestar ante estos eventos es sentido típicamente por mujeres con una autoestima “más madura”.

“Es verdad que existen casos donde algunas mujeres aprecian los piropos o halagos externos porque desde algún lado inconscientemente están compulsivamente tratando de llenar carencias de afecto. Es su forma de legitimarse en la medida que son miradas por el otro, de ser notorias en evidencia”, comentó.

Morales sostuvo que eso ocurre cuando hay carencias de algún tipo que, según adujo, son causa de las primeras relaciones o vínculos del niño con las personas que lo criaron.

“Estos pueden ser padres desatendidos o despreocupados como padres sobreprotectores, donde las manifestaciones óptimas de comunicación son nulas y los niños no logran manifestar sus expectativas de vida, sujetos con autoestima deficiente e imagen corporal conflictuada.

”De allí, resulta que atraer la atención no es del todo mal percibido por ellas”, manifestó.

No obstante, la psicóloga detalló que en el caso de mujeres con una autoestima más madura, es normal que no solo no necesiten del piropo, sino que les moleste profundamente porque les resulta irrelevante y abusivo.

Entre ellas la premisa es: “¿Usted quién se cree? Nadie le está preguntando cómo me veo ni necesito que me diga linda para sentirme linda. ¿Por qué necesita decirlo? Ese es su problema”.

A ellas, ese tipo de halagos del todo no les interesa. “Estas mujeres no tienen esa carencia o necesidad de ser halagadas para sentirse bien consigo mismas”, aseguró Morales.

kal

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