Si Óscar Escalante no hubiera tenido la curiosidad y tenacidad suficiente, no tendría una de las franquicias más reconocidas a escala nacional: Green Clean, un concepto de tintorerías que utiliza un solvente a base de silicón líquido —el cual es biodegradable, en consecuencia más ecológico, además de más efectivo para conservar la vida de las prendas— y del cual tienen la licencia maestra tanto en México, como en América Latina.

Es decir, Óscar es el único que tiene el poder de utilizar esta patente en toda la región, lo cual le abre enormes posibilidades de negocio.

“Fue por casualidad porque en internet, viendo un anuncio de una tintorería en Estados Unidos, vi el método que utilizaban, me llamó la atención, les llamé por teléfono y les pregunté qué podía hacer para utilizar ese producto en México”, explica Óscar vía telefónica, desde Monterrey, en donde se encuentran sus oficinas. Viajó a Estados Unidos, realizó el trámite y se convirtió en el licenciador maestro de Green Earth, una tecnología desarrollada originalmente por Procter & Gamble y General Electric.

Hoy Green Clean cuenta con 42 sucursales localizadas tanto en México como en Colombia, Perú, Honduras y Nicaragua y en marzo pasado recibió el Premio Nacional de la Franquicia en la categoría de franquicia del año.

“La patente es el diferenciador más importante que tenemos. Nadie más lo puede tener y desarrollar”, asegura Óscar. En este caso se trató de una patente, pero entre las invenciones también se encuentran los modelos de utilidad y los diseños industriales. Sacarle jugo a una invención puede convertirse, si todo sale bien, en una mina de oro. Pero para ello, tiene que registrarse primero ante la instancia encargada en México, que es el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial.

Una patente

Una patente te otorga un derecho exclusivo, el cual consiste en un privilegio que concede el Estado a favor de los inventores en virtud de que crearon algo novedoso, producto de una actividad inventiva y que tiene una aplicación industrial. Éste derecho exclusivo implica que si lo tienes nadie puede utilizar esa idea sin tu autorización y que tú puedes detener el uso indebido de ésta.

Así que si has tenido una idea brillante, el registrarla puede convertirse en la diferencia entre convertirse en un emprendedor exitoso y entre perderlo todo. Si inventaste un producto que es único, antes de empezar a promocionarlo y a darle una salida comercial, es necesario que te preocupes por registrarlo cuanto antes. Quizá puedas pensar que no vale la pena porque no inventaste el “hilo negro” de nada o que a ti nadie te lo va a copiar. Pero te equivocas.

“Los empresarios en ciernes a veces no consideran las patentes porque creen que sus ideas son demasiado mundanas o están preocupados por las complejidades y los costos del sistema de patentes”, asegura Dehns, uno de los despachos especializados en patentes y marcas registradas más grandes de Europa, en un texto al respecto. “No importa si eres ingeniero, desarrollador de software o una madre que cuida a sus hijos, tú eres susceptible a concebir ideas patentables durante el curso de tu vida”, sostiene. Así, no es necesario que sea una invención revolucionaria para que esté sujeta a registro. Lo que sí es que tiene que ser novedosa. “El elemento clave en la patente es la novedad y tiene que ver con que no exista algo igual en el estado de la técnica, esto es todo lo que existe en el conocimiento hasta el momento en el que se solicita la patente”, explica Carlos Guillén, socio fundador del despacho AGG Abogados, especializado en propiedad industrial.

Además, tiene que ser producto de la actividad inventiva. ¿A qué se refiere? A que es necesario que la invención no sea obvia para ningún técnico en la materia. Es decir, que no estás queriendo registrar un exprimidor de naranjas, cuya creación resultaría muy obvia para cualquier fabricante de utensilios de cocina, por ejemplo.

Pero no sólo es posible patentar un producto, sino también es posible hacerlo con un proceso. Cuando tú lo haces, indirectamente se protege el producto resultante de éste. Es decir, que si alguien está comercializando un producto resultante de un proceso que tú has protegido con anterioridad, puedes inconformarte con ello.

El caso mexicano

En México, por desgracia, se registra muy poco. Sólo 3% de las patentes otorgadas en México son de residentes mexicanos, de acuerdo con el Estudio sobre patentes de residentes mexicanos: casos de éxito desde la perspectiva de la innovación, realizado por Gabriela Millán, investigadora del Instituto Politécnico Nacional. Una cifra muy baja en comparación con otros países, como Estados Unidos o Cuba.

La principal recomendación, cuando se tiene algo que cubra los requisitos para convertirse en una patente, es registrarlo inmediatamente. La ley mexicana prevé un plazo de gracia de un año para hacerlo; sin embargo, lo mejor es hacerlo en cuanto se inventa porque en otras legislaciones, como en la europea, este plazo no existe,

“El patentar tu invención tiene que ser desde el minuto uno”, explica el abogado. Si no lo haces a tiempo, el invento pasa al dominio público.

La realidad es que el proceso no es corto, sino que llega a durar hasta varios años, asegura el especialista. Pero durante este tiempo quien registra no está desprotegido. A partir de la publicación en la Gaceta de la Propiedad Industrial, la invención está protegida en el caso de que esta solicitud concluya en el registro. Si alguien la usó de manera indebida mientras este proceso estaba en marcha, el inventor tiene el derecho de reclamar regalías por ello.

Este título de patente sólo es válido en el territorio nacional, por ello, si se desea traspasar fronteras con esa patente, es necesario que se registre en el país que se requiera. Para estos casos, existe un tratado internacional (Tratado de Cooperación en Materia de Patentes PCT) el cual permite tramitarlo en varios países a la vez.

Hay varias maneras de sacarle jugo. Quizá creaste algo pero no tienes la infraestructura para producirlo en serie, así que en este caso puedes licenciarla. En el caso de Óscar, el emprendedor de Green Clean, se aprovechó de la licencia que ofrecía una patente. Una licencia es un contrato por medio del cual el autor puede explotar este tipo de invención, y este contrato permite tener varias modalidades y restricciones.

Por ejemplo, tú puedes tener uno con cierta empresa a la cual autorices empaquetar el producto y con otra el ensamblado. Pero además de la licencia existe la posibilidad de ceder los derechos sobre la patente, es decir, venderla.

Otras opciones que debes registrar también

Los modelos de utilidad y los diseños industriales (dibujo y modelos), también son considerados como invenciones y deben registrarse.

Estos primeros también te permiten adquirir derechos exclusivos, pero en esta ocasión como producto de una modificación en la estructura de un objeto, utensilio o herramienta, la cual traiga como consecuencia una función diferente a las que ya tenía.

Un ejemplo muy sencillo pero explicativo: Si tú a un exprimidor de limones le inventas un mecanismo que permita que los limones se expriman solos, entonces podría convertirse en un modelo de utilidad. Éste tiene que ser novedoso, es decir, que no exista nada en el estado de la técnica, o sea, en el conocimiento disponible en el mundo.

“Éste es el más común entre los emprendedores porque no necesitas ser un especialista para que se te ocurra una buena idea”, asegura Carlos.

Los diseños industriales son tanto dibujos como modelos. Los primeros son toda combinación de figuras líneas o colores que se incorporen a un producto con el fin de ornamentación y que le den un estilo propio. Por ejemplo, un diseño de estampado de una bolsa de mujer. Los segundos son formas tridimensionales que sirven de patrón para la fabricación de un producto industrial que le dé apariencia especial, por ejemplo, un molde para fabricar unas lámparas. “Ambos tienen que cubrir con el requisito de novedad y de tener aplicación industrial”, explica el especialista.

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