Tel Aviv, Israel

A unos metros del Mar Mediterráneo, con una temperatura promedio superior a 25 grados centígrados, Israel ha sido testigo de la guerra en Siria, un conflicto que inició por la falta de agua y que puede mostrar el riesgo para otros países, como México, por no atender su cuidado.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Gal Joss, directora de tecnologías del agua del Instituto de Exportación y Cooperación Internacional de Israel, asegura que sus palabras no son profecía, pero México, como otros países, no están exentos de tener problemas por falta de agua, debido a su uso en la agricultura y la ganadería.

“El agua es vital, sin agua para vivir habrá más pobreza y podemos llegar a lo que pasó con Siria, las personas van a empezar a pelear por ella, aunque ese es el extremo. Llegará el momento en que no habrá agua potable. Hoy California, en Estados Unidos, no tiene agua y cuando están inundados tampoco se tiene agua potable, por ejemplo, Santiago de Chile”, explica.

Sugiere que es necesario crear en México una cultura a favor del cuidado del agua con la que se busque concientizar a los niños sobre la importancia de este recurso, además pide no olvidar la escasez en ciertas zonas del norte del país o en zonas marginadas.

“México tiene un grave problema de agua en el norte, en Baja California no hay agua ni en los alrededores, en el norte del país. Otro problema puede ser que no haya suficiente presión del agua o que no se trate el agua residual. No es una profecía del fin del mundo, éste no se termina, hay soluciones, pero debemos ser conscientes, porque el recurso es de todos y no es de nadie”, enfatiza la especialista.

Desde hace cinco años (2012), Israel dejó de importar agua a Turquía y ahora este país semidesértico es autosustentable en términos de abasto de agua, incluso envía este recurso a Egipto y Jordania.

En 1953, la nación israelí comenzó las primeras investigaciones para convertir el agua del mar en potable, pero fue hasta 2006 cuando instaló su primera planta desalinizadora.

Para utilizar la experiencia de los israelitas en México, Gal Joss considera que un primer paso es analizar el problema del agua en el país, porque instalar una planta de desalinización es un proyecto muy costoso y debe involucrar a toda la nación.

“Lo primero que debes tener claro es ¿cuánta agua tengo y a dónde se va? ¿Estoy haciendo un daño al ambiente? ¿Estoy perdiendo agua? En Inglaterra, hoy cerca de 47% del agua se pierde. Si pierdes el casi la mitad de tu agua es como si tuvieras un barril de agua sin la mitad del fondo, estás gastando energía en traer y distribuir.

“La mayor parte del problema puede ser resuelto o tratado con este tipo de situaciones. Por ejemplo, si tienes una reserva de agua cómo haces para que no se evapore o cómo reducir los costos del agua. Es necesario comenzar a apreciar en lugar de despreciar, ser consciente en lugar de inconsciente”, abunda.

El caso israelí

El Milagro del Agua, que comenzó hace una década y hoy se consolida, consiste en que Israel ha logrado abastecer a 75% de su población con agua potable proveniente del Mar Mediterráneo. El restante 25% es abastecido por el río Jordán y por fuentes alternas como agua de lluvia, pero hoy esta nación cubre 100% de sus necesidades del líquido.

“El milagro, si lo tuviera que decir en una frase, es venir de necesidad a prosperidad. No es sólo traer una solución sino superar, traer prosperidad, salir adelante, traer algo nuevo. Tenemos las plantas de desalinización, reusamos el agua, además es increíble captar 91% del agua usada, es decir, el agua de cloacas y utilizar 85% para regar cultivos”, dice Joss.

“Hoy en día la tercera etapa es que no sólo producimos agua del mar, no sólo producimos agua de las cloacas, también detectamos el agua que perdemos para no desperdiciar ni una gota, protegemos cada gota”.

Para Gal Joss, los diferentes actores en Israel hacen su parte para impulsar esta industria. “El gobierno pone su parte, la academia y las universidades hacen startups, por otra parte están las compañías y la educación”.

Con 400 millones de dólares invertidos por el gobierno para innovación, las empresas nacientes han encontrado un respiro en medio de un fracaso casi asegurado para 99% de ellas.

“No sólo es darle dinero a compañías sino que son varios programas que colaboran con las empresas y las ayudan a exportar sus tecnologías, hacer marketing y son de este tipo las inversiones del gobierno. Somos uno de los gobiernos que más invierte en startups, así como en Europa, Holanda, Noruega e India”, resalta.

Una planta desalinizadora cuesta entre 15 y 30 millones de dólares, todo depende de su capacidad. El principal costo es la tecnología y no tanto los fierros o el edificio. La planta de Sorek, ubicada al sur de Tel Aviv y que es la mayor complejo de su tipo en el mundo, tuvo un costo de 250 millones de dólares y actualmente abastece 20% de la población israelí.

“Hay plantas desalinizadoras transportables que cuestan cerca de 3 mil o 5 mil dólares”.

En Israel, las startups trabajan en ofrecer tecnología para ubicar problemas relacionados con el desperdicio de agua o su mejor aprovechamiento, también atienden otros problemas, pero el gobierno da prioridad a las pequeñas empresas que se enfocan en grandes problemas.

Amir Peleg, quien es fundador y director general de Takadú, una compañía israelí mediana enfocada al análisis de datos e información, explica que su empresa inició con el desarrollo de un software para resolver problemas en los sistemas de agua, por ejemplo, a través de la falta de presión u otros parámetros detectan fugas o bloqueos en las tuberías de una ciudad.

Hoy, Takadu tiene presencia en 11 países, la empresa ha logrado reducir el precio del agua en las ciudades donde se ha instalado porque en menor tiempo detectan el problema y, por lo tanto, su solución es mucho más rápida. La idea nació en 2009 con cuatro personas y ahora son una compañía en crecimiento.

“Con Takadu se toman mejores decisiones, nosotros no instalamos los sensores, sólo tenemos la tecnología que te muestra cuántos litros perdiste, te puede dar la prioridad para tender el problema, indicaciones e incluso la zona del conflicto. Hay una optimización en las operaciones, se evitan daños colaterales y hay mayor eficiencia”, dice Peleg.

Zohar Ben Ner, co-fundador de SuPlant, una compañía que instala sensores en árboles y sembradíos para determinar el nivel de riego en una plantación, destaca que es clave el cuidado del agua en la agricultura; dice que por medio su sistema es posible determinar la cantidad de agua necesaria para distribuir en cada riego de una determinada superficie.

El empresario explica que el desperdicio del agua en el campo es uno de los principales problemas para el agua tratada, por lo que su sistema ha logrado tener una mayor eficiencia de este recurso y reducir los costos para los dueños de los cultivos.

Otras startups en Israel han logrado desarrollar sistemas para encontrar lagos dentro o fuera de las ciudades a través de tecnología satelital, con el objetivo de tener opciones para abastecer a las poblaciones de agua.

En Israel, la tecnología está ligada a todas las esferas de la vida y sus empresarios trabajan para dar solución a este problema. Hoy, no tiene problemas de agua, pero exporta sus conocimientos a otros países para encontrar una solución conjunta a este flagelo mundial.

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