El futuro global, sin duda, está marcado por un nuevo liderazgo en materia económica, comercial y geoestratégica.

Mientras que algunas economías desarrolladas parecen cada vez más alejadas de los conceptos del libre mercado, China está decidida a tomar la batuta para impulsar el crecimiento económico mundial.

La salida de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y la sorpresiva decisión de hace un año del Reino Unido de no pertenecer más a la Unión Europea, generaron incertidumbre sobre el rumbo de la globalización y dejaron la puerta abierta para que China tomara las riendas del crecimiento mundial.

Desde la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, el crecimiento de su PIB en la primera década del siglo, fue de 10.6% anual y mientras el mundo se recuperaba de un crisis financiera global y una etapa de lento crecimiento, los asiáticos avanzaron a tasas de 7.6% de 2011 a 2016.

Hoy en día, China, con esa riqueza acumulada, tiene posibilidad de expandirla en el mundo a través de Inversión Extranjera Directa (IED), en préstamos respaldados por el gobierno, en la apuesta por infraestructura, atrayendo firmas y economías completas a su modelo de desarrollo y en generar nuevos acuerdos en todo el mundo.

Hay que recordar que, después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y sus aliados tuvieron un papel importante para alcanzar una etapa de paz y estabilidad.

La economía de mercado permitió la integración e interdependencia de los países a través del comercio, del desarrollo tecnológico y la competencia entre naciones.

Ahora, el concepto de Estado-Nación gradualmente pierde estructura y parece que existe una incapacidad para abordar los retos de la globalización.

Las grandes economías, manipulan el concepto de miedo y se refugian en el proteccionismo. Mientras tanto, China se ha dado cuenta de la urgencia de enfrentar este fenómeno y está a dispuesta a trabajar con diversas naciones como lo hace en el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, que consiste en materializar una red de vías marítimas y terrestres en países de Europa, Asia, África y América para impulsar el comercio; para ello, cuenta con un fondo de 40 mil millones de dólares y, recientemente el gobierno chino señaló que va a inyectar otros 14 mil 500 millones de dólares más a esta iniciativa.

China quiere entonces salvaguardar la autoridad del multilateralismo, garantizar la equidad y reforzar la cooperación internacional con el objetivo de materializar una prosperidad común a través del comercio. Sus metas tienen como base la industria, la comercialización, la innovación, el desarrollo de infraestructura, la conectividad, así como los proyectos culturales y de entendimiento.

Ahora bien, datos del Banco de México señalan que en 2016 el valor del comercio entre ambas naciones fue de 75 mil millones de dólares; no obstante, con los asiáticos tenemos un déficit más alto que con cualquier otra nación, sumando 64 mil 109 millones de dólares en 2016, cuando en 2001 el desequilibrio era de 3 mil 745 millones de dólares.

Si bien las importaciones que realizamos del gigante asiático han crecido a un ritmo promedio de 11% cada año y nuestras exportaciones lo hacen a 12.4%, a este ritmo, estamos a muchas décadas de alcanzar un equilibrio comercial.

Por otra parte, datos de la Secretaría de Economía señalan que la IED que México recibe de ese país se duplicó en la última década, alcanzando en 2016 apenas los 52.9 millones de dólares; esta cifra representa el 0.20% del total de capital que recibe al año nuestro país.

Por ende, la IED de China en México debe acelerarse exponencialmente, teniendo nosotros la obligación de generar las condiciones para atraer ese capital.

El empuje de China para transformar el comercio global no parece tener límites. Tienen una capacidad enorme de expandir su mercado y México debe abordar el tema frente a la luz de la modernización del TLCAN.

La oportunidad nos demanda trabajar para llegar a acuerdos con ellos y enfrentar este nuevo reordenamiento global liderado por los asiáticos.

México sigue muy “norteado y poco orientado” y no ha generado políticas públicas que ayuden a ampliar los mercados.

A fin de tener una visión más clara con Oriente, debemos aprovechar el momentum, prepararnos internamente con mejores niveles de competitividad y esto deberá verse reflejado con el TLCAN que es una negociación de Estado y un tema crucial para el futuro de México en la geoestrategia del mundo.

Vicepresidente de Consultores Internacionales S.C.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses