La reconducción presupuestal y el cierre de gobierno es la noticia de la semana. El rehén de este debate es el tema mexicano del muro, el tratado de libre comercio y el acuerdo migratorio. Los afectados son los millones de estadounidenses que no van a recibir oportunamente servicios “no indispensables”.

¿Qué es la reconducción presupuestal? El principio básico de un sistema presidencialista, que es aquel en la que existe división de poderes al estilo norteamericano, que es el modelo adoptado en Latinoamérica, donde los poderes se equilibran y limitan entre sí. En este sentido, el Congreso determina anualmente el gasto del gobierno y éste no puede ejercer recursos si no está aprobado oportunamente. La reconducción permite que el presupuesto del ejercicio anterior siga vigente en su totalidad o en parte.

En México, este poder del legislativo se contiene en el artículo 126 constitucional que establece que “no podrá haber pago alguno que no esté comprendido en el presupuesto o determinado por la ley posterior” de donde se ha desprendido en la doctrina que no existe la reconducción presupuestal, es decir, no hay presupuesto hay un cierre total del gobierno. El propósito de la reforma constitucional de 2014 fue que el presupuesto se enviara antes del 15 de noviembre para evitar que la falta de acuerdos pudiera procesarse políticamente antes del fin del año fiscal.

La sujeción del gasto público a la aprobación de la Cámara de Diputados es congruente con los valores de la democracia representativa liberal en la que nadie concentra totalmente el poder social, ni siquiera el funcionario que fue electo por voto universal y secreto, que es el Presidente, y un órgano colegiado es el que determina el destino de los ingresos del Estado y, por lo tanto, en qué se va a utilizar el gasto público.

En nuestro país, la falta de aprobación del presupuesto tiene graves consecuencias debido a que no se podrían ejercer recursos públicos sin este instrumento jurídico-político. De ahí que, en momento de crisis, se haya recurrido en los gobiernos de Fox y Calderón a lo que “coloquialmente” se ha denominado el reloj legislativo que prórroga indefinidamente el periodo de sesiones de la Cámara de Diputados después de la fecha de terminación establecida en la constitución, con el único propósito de aprobar el presupuesto de egresos de la Federación.

En Estados Unidos existe la figura de la reconducción presupuestal parcial, no total, es decir, el anterior mantiene su vigencia en los rubros esenciales, mientras se aprueba el nuevo, para que opere el gobierno. Esta excepción al principio de anualidad presupuestal es la que permite que los servicios de seguridad y servicios básicos del gobierno funcionen con el mínimo indispensable en tanto los grupos políticos llegan a un acuerdo en el Congreso.

Este tipo de crisis -confrontaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo- no son frecuentes, pero tampoco son extrañas en la política norteamericana, que recurre a la tensión de los extremos para lograr consensos en situaciones álgidas para medir fuerzas, fijar posiciones para el proceso electoral correspondiente y ganar terreno en las negociaciones que la aprobación presupuestal implican.

El sistema presupuestario es complejo bajo una fuerte influencia de los comités de autorización y asignación del Congreso y la existencia de programas discrecionales con asignaciones por anticipado (defensa y programas domésticos) y obligatorios que son liberados, previo el análisis de sus beneficios por los comités del congreso (como salud, seguridad social, migración, entre otros).

Estos escenarios de crispación los vivieron Clinton y Obama -cuando propusieron su programa de salud. Lo relativamente novedoso es el histrionismo de la crisis -que no necesariamente la hace más grave- y el cinismo del presidente Trump, que negocia en twitter, sin pudor alguno, sus principales promesas de campaña, que paulatinamente han demostrado su inviabilidad y alto contenido demagógico.

Trump entrampado en sus propias palabras -creo que en su fuero interno está cada vez más convencido que su muro fronterizo es un lastre para avanzar en otros temas de mayor importancia para su gobierno- no atina a encontrar una salida decorosa que le permita mantener la credibilidad ante la parte del electorado que lo llevó a la presidencia. Además, se dio cuenta que los mexicanos somos un hueso duro de roer y que vamos a invadir su espacio cultural con los premios Óscar: Guillermo del Toro con su realismo mágico llevado a la pantalla y el día de muertos magníficamente manifestado en Coco, la exitosa película de Pixar.

Un “lobbing” exitoso del gobierno mexicano en torno a la modernización del tratado de libre comercio, cuyas negociaciones probablemente se aplazarán por los tiempos políticos, una opinión pública favorable al movimiento político de los DACA y el alto costo del muro fronterizo han echado para atrás al magnate neoyorkino transformado en político. Si bien Trump no está contra la pared y tiene muchos recursos a su disposición, el tema mexicano está indigestando su gobierno. Hoy declara que está a favor del TLC y mañana lo utiliza como moneda de cambio. Todavía faltan muchos episodios de este debate presupuestal.


Profesor de El Colegio de México
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