Hay temas en la agenda pública que siempre están porque son problemas reales que debemos resolver, pero que son demasiado complejos, afectan muchos intereses o involucran enormes cantidades de recursos (miles de millones de pesos). Uno de ellos es el régimen pensionario, tanto del sector público como del privado.

Los especialistas alertan constantemente sobre el particular. Los enfoques son diferenciados. Unos para explicar el crecimiento reciente de la deuda pública, otros para proyectar esas obligaciones al futuro como parte del Producto Interno Bruto en 10 o 15 años, y los más para señalar el porcentaje del gasto programable del presupuesto de egresos. El pasado, el futuro y el presente. Las generaciones de mexicanos entre los 40 y 60 años de edad vamos a vivir las dos décadas próximas con esa espada de Damocles sobre nuestras cabezas. En cualquier momento se rompe la cuerda que la sostiene y nos corta el cuello.

Hemos diferido exitosamente la crisis de las finanzas públicas por este asunto casi veinte años. Los bonos del ISSSTE y los bonos de las pensiones de Pemex son un componente importante de la deuda interna y el posible rescate de otros sistemas pensionarios públicos (universidades) puede ser la fuente de un endeudamiento mayor. En el mundo, mal de muchos remedios de tontos, la situación no es diferente y los países europeos se encuentran en peor situación financiera. El saldo de la deuda neta en México ronda alrededor del 50 % del PIB, en Alemania, España, Italia y Grecia, los porcentajes superan el 100 % y algunos superan el 200 %.

El nuevo gobierno, en este momento en que está cuadrando el presupuesto de egresos para presentarlo a la aprobación de la Cámara de Diputados, se enfrenta a los números fríos y a los compromisos financieros del sector público. Pidiregas, rescate carretero, apoyo a los ahorradores de la banca, terminación anticipada de la obra del NAIM, entre otros. El discurso prometedor tendrá su primera prueba de fuego: la asignación de recursos. ¿Para qué alcanza realmente el presupuesto?

En términos relativos –en comparación con los demás integrantes de la OCDE- la economía mexicana ha sido exitosa si se toma en cuenta la gran crisis financiera global del 2008. No lo suficiente para festejar, ni siquiera estar satisfechos, pero hay que revisar algunas estrategias de contención de los problemas que han funcionado y han permitido seguir jalando la carreta y minimizando los riesgos. Eso no es lo óptimo, pero ha sido suficiente para evitar la caída como ha sucedido en las debacles económicas del cono sur de América.

Hoy, el nuevo gobierno tiene un bono democrático que no debe desperdiciar en infiernillos, ni en batallas sin sentido. Tiene la fuerza suficiente para hacer cambios estructurales en el gasto público que permitan disminuir aún más los riesgos financieros que provienen de los regímenes pensionarios deficitarios. ¿Se atreverán a cambiar el modelo de seguridad social vinculado con el pago de nómina? ¿Propondrán un esquema de financiamiento de las generaciones jóvenes novedoso –no un retorno al pasado con las reservas colectivas alimentadas con cuotas obrero-patronales?

Los temas que importan vitalmente, ingresos en la vejez y salud, deben hacer su aparición en la agenda pública con soluciones financieras viables. Todos queremos que los adultos mayores de hoy y mañana gocen de las condiciones adecuadas para una vida digna. Ahí no está el debate. Todos sabemos que el modelo de reservas colectivas fracasó y que el de cuentas individuales es insuficiente si no se incrementa la cotización obligatoria como porcentaje del salario. Aquí tampoco está el debate.

Lo importante es cómo vamos a diseñar un modelo de seguridad social que permita acumular ahorro para atender necesidades de las generaciones que demandarán pensiones en el 2050, cuando la población que hoy es mayoritariamente joven envejezca. La pensión asistencial cubierta directamente con provisiones presupuestales no es la respuesta. Esta estrategia sólo será un paliativo para los que hoy ya requieren un ingreso mínimo para subsistir. El reto es grande y ya no se vale seguir pateando el bote hacia adelante. La mecha del cartucho de dinamita que hace veinte años era largo, ahora es demasiado corto. Es la hora de la segunda generación de reformas a la seguridad social.

Miembro Electo del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I
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