Chicago, Illinois.— Brett Kavanaugh fue confirmado como magistrado de la Suprema Corte estadounidense con el margen más estrecho desde 1881. El voto del Senado 50 a favor y 48 en contra refleja cuán confrontado se encuentra este país.

Kavanaugh fue acusado por varias mujeres de intentar abusar o al menos propasarse con ellas en su adolescencia. Una de esas acusaciones, de la Dra. Christine Blasey Ford, aportó elementos creíbles de un pasado oscuro del nominado a la Corte, cuestionando su buen carácter y honestidad.

Para saber si las acusaciones tenían sustento era necesaria una investigación exhaustiva del FBI; no obstante, en lugar de buscar la verdad los senadores republicanos maniataron la querella limitando su alcance y sus resultados.

Los demócratas demandaban absoluta credibilidad a los cuestionamientos al juez, mientras los republicanos se enfocaron en cerrar las avenidas que causaran el derrumbe de su nominado. La verdad, los hechos, la justicia no aparecieron en las prioridades. En su lugar, vencer al oponente aún con recursos y tácticas dudosas fue la urgencia.

En este proceso de litigio las partes chocaron y Kavanaugh fue claro acerca de qué lado quería jugar. En su testimonio ante el Comité Judicial del Senado, el nominado acusó a los demócratas de orquestar una persecución en su contra y de no sanar sus heridas de la derrota presidencial de 2016.

Por primera vez en la historia, un candidato a la Corte Suprema antagonizó con un sesgo partidista en contra de sus críticos. Su falta de compostura y de carácter al ser cuestionado, aunado a su tono de confrontación con los senadores, dejaron en claro que no está a la altura de ocupar un asiento en la Suprema Corte. No obstante, ahí estará de por vida.

Con su desdén hacia los liberales y arropado por los conservadores, Kavanaugh no parece que será tímido en ser el fiel de la balanza para revertir jurisprudencia en temas como el derecho al aborto, la acción afirmativa (que favorece a las minorías), los derechos a las parejas del mismo sexo.

Tampoco parece probable que detenga el uso excesivo de dinero en las campañas políticas. Casualmente, todos enfoques de la agenda republicana.

Lo más irónico es que este personaje llega a la cúspide del poder judicial mientras 52% de los estadounidenses se opusieron a su confirmación, según una encuesta de National Public Radio. También, como reportó el diario The Washington Post, la población representada por los senadores que lo confirmaron es equivalente a la minoría de los estadounidenses. Y para sumar otra injuria a la herida recordemos que la nominación de Kavanaugh provino de un presidente que perdió la mayoría de los votos en la elección en la que fue electo.

En otras palabras, su llegada a la Corte se da con un problema serio de legitimidad debido a la falta de representatividad de aquellos que pavimentaron su camino.

No me queda duda de que liberales y conservadores usarán la batalla de confirmación del magistrado para enardecer a sus bases y motivarlas a votar en la elección intermedia del 6 noviembre.

Quizá las mujeres ofendidas por el hecho de que se hayan desacreditado las acusaciones de abuso a manos de Kavanaugh den a los demócratas la Cámara de Representantes. Tal vez el trato injusto que ven los republicanos a su nominado a la Corte les permita conservar el Senado. Pero mientras los partidos desgarran al país como si se tratara de un trapo viejo, me pregunto: ¿Entenderán el daño de largo alcance que esta polarización causa al tejido social y a la coexistencia política en este país?



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