El desastre que exhibieron las obras de mantenimiento en el Cutzamala para garantizar el flujo de agua a la Ciudad de México no fue sino la más reciente exhibición de la ineptitud y la voracidad del grupo que gobernó al país en los últimos seis años. Una empresa de reciente creación ganó un contrato para diseñar y ejecutar una obra de 500 millones de pesos, quizás no una obra de gran complejidad, pero sí de alto riesgo porque implicaba afectar severamente por varios días a millones de habitantes de la capital de la República y la zona conurbada. Pero la operación resultó fallida.

La Conagua, un organismo de importancia estratégica, que maneja para 2018 un presupuesto de 26 mil millones de pesos, superior al de varias secretarías de Estado, volvió a ser foco de escándalos. En el pasado reciente fue David Korenfeld —que tejió complicidades con el grupo mexiquense desde los días en que fue alcalde de Huixquilucan— quien debió renunciar ante las evidencias de sus abusos (sus viajes familiares en helicóptero oficial).

La manera en que Enrique Peña Nieto impuso los grandes proyectos de su gobierno y la exhibición de los arreglos de la cofradía mexiquense con un puñado de constructores consentidos (Grupo Higa, Grupo Hank, OHL, entre otros) encendió muy temprano los focos de alarma: detrás de cada proyecto había grandes negocios para ambas partes.

El paisanaje aderezado con el compadrazgo y el cuatismo, como criterios definitorios en la asignación de los cargos de mayor jerarquía: el compadre Luis Enrique Miranda, llevado a la subsecretaría de Gobernación y de allí hasta la titularidad de Sedesol; el operador de los contratos con las empresas mimadas, Gerardo Ruiz Esparza, a la SCT, por citar dos casos paradigmáticos. Mexiquenses en las subsecretarías, en oficialías mayores, en los puestos clave del Congreso de la Unión... hasta en la sopa.

En ninguno de los temas cruciales, los que más importan a la sociedad, los que se van entregan buenas cuentas. En economía, el estancamiento económico. Luis Videgaray, el poder tras el trono, anticipó que con las “reformas estructurales”, creceríamos en el último bienio casi al 6% y la cifra real será de apenas una tercera parte. El “México en paz” terminó con un desbordamiento criminal sin precedente: más homicidios, extorsiones, secuestros y desapariciones que nunca.

La voracidad y la impunidad han sido otros sellos de la casa; ni siquiera en los casos más escandalosos de corrupción, como los de Odebrecht, la Estafa Maestra, y otros desfalcos documentados por la Auditoría Superior de la Federación, ha habido castigo. La impunidad como marca de la casa.

El otro sello es la ineptitud. Todos los proyectos magnos le fallaron a este gobierno: la cancelación del tren rápido a Querétaro y del Corredor Industrial y Logístico del Istmo de Tehuantepec; el socavón en el Paso Express en Cuernavaca que cobró la vida de dos inocentes; el tren rápido a Toluca que exhibe errores y sobreprecios y quién sabe para cuándo lo concluyan y, lo más reciente, las fallas en el Cutzamala como la cereza del pastel.

La galería del horror es muy larga: el escándalo de la casa blanca y la casa de descanso de Videgaray en Malinalco, la tragedia de Iguala de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y la cuestionada “verdad histórica”, la tolerancia ante los excesos de la “generación podrida” de los gobernadores Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge; la recepción en Los Pinos al candidato Donald Trump…

Y ante todo esto, la sociedad se pregunta, ¿de verdad habrá perdón y olvido? Si, como dicen, el proyecto del nuevo aeropuerto era insostenible porque su mantenimiento se habría convertido en un barril sin fondo y los daños al medio ambiente serían severos, tiene que haber responsables; si todo fue planeado como un mega negocio con cargo a las finanzas públicas, debe haber severas sanciones penales.

En otros tiempos, Luis Echeverría llegó hasta el final de su mandato con un activismo febril. Cuando faltaban menos de cincuenta días para entregar la banda, decretó la expropiación de más de 37 mil hectáreas de riego en los valles del yaqui y del mayo, en Sonora. Pero Peña Nieto hace meses que bajó la cortina y termina con un repudio generalizado y con miedo. Se va “con la cola entre las patas”… Peña gobernó el país con el oropel y la frivolidad del nuevo rico, pero con la torpeza del célebre alcalde de Lagos.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate

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