Hoy chocan dos visiones del desempeño económico de México: la oficial y la de la población. Banxico reivindica el “círculo virtuoso” de una economía impulsada por las ventas externas y el consumo interno, sin ignorar que le falta dinamismo al gasto público.

Hacienda prevé inflación alta aunque “pasajera”, pero enfatiza la superación del riesgo del crecimiento excesivo de la deuda gubernamental. Su dicho lo confirman las tres principales calificadoras de riesgo de EU. El Presidente presume el éxito de sus reformas estructurales, proclamando el suyo como “el sexenio del empleo”, con base en el registro de 2.85 millones de plazas en el IMSS, pero suponiendo que todas son “formales” y todas cuentan con “seguridad social”.

¿Carro laboral completo? No parece: desde Calderón y hasta la fecha la clave mayor está en la desaparición de empleos relativamente bien pagados (1.83 millones que obtenían salarios mayores a 5 salarios mínimos) se perdieron sobre todo en la Ciudad de México, Estado de México, Veracruz, Baja California y Nuevo León.

Y creación de empleos peor remunerados (854 mil en el primer trimestre de 2017), de menos de un salario mínimo, sobre todo en estados como Guerrero, Tamaulipas y Guanajuato. Para la población, el círculo virtuoso no es creíble: el peso sufrió fuerte devaluación, y no por la verborrea de Trump, pasó de 12.40 por dólar en 2012 a alrededor de 18 por dólar en la actualidad.

El precio de la mezcla mexicana de petróleo oscila a la baja, igual que la producción petrolera y la producción interna de gasolinas. Y eso lo resentimos como “gasolinazo”, un alza del precio promedio entre 15 y 20%, que disparó la inflación escalando los precios de la mayoría de bienes de la canasta alimenticia básica.

En 2017 las protestas contra el gasolinazo fueron nacionales, las más enérgicas ocurrieron en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, en Veracruz y los estados del Norte. La ZMCM sufrió esos aumentos, agravados por fuertes niveles de desempleo que afectan a los jóvenes con más nivel de estudios y a mujeres. En ese contexto, ¿es creíble el triunfo del PRI en las pasadas elecciones del Estado de México y en Coahuila? ¿Nos pueden distraer con Venezuela?

Finalmente: el alza de las tasas de interés por Banxico (subieron 4% entre diciembre de 2015 y junio de 2017) se festinó como estabilizadora de la cotización del peso frente al dólar e ingenioso soporte de las finanzas públicas en crisis, pero entraña el aumento del ya excesivo pago de intereses dentro del presupuesto: entre 2012 y 2017, el saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público aumentó en 58%, esto es, 3.4 millones de millones de pesos. Por eso Hacienda declaró que en 2018 habrá recorte “pero será menos severo” y a los de Coparmex les dijo que “no hay espacio para reducir impuestos”.

Se perfila la continuidad del estancamiento para este año y 2018: seguirán un desempleo rampante, salarios reales a la baja, fuerte peso de la deuda dentro del presupuesto, recortes presupuestales afectando gasto de inversión y renglones específicos del gasto social, altas tasas de interés, que son todos elementos que implican bajo o nulo crecimiento. Así, ni la habilidad tecnocrática, ni el controlado y lubricado sistema electoral, ni la manipulación de encuestas, harán olvidar que la credibilidad política depende de la economía y que el descontento ya es nacional y tiene raíces económicas y políticas.


Profesor de la Facultad de Economía y miembro del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social. caceps@gmail.com

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